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11 octubre, 2007

Tanis huye, de nuevo...(IV)


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Tengo ojos en la nuca, y mis oídos perciben todos y cada uno de los sonidos, cada nuevo sonido. No me toma por sorpresa la irrupción de la bestia, pero el cansancio y la herida amodorran mis reflejos., sin poder evitar que la fiera salte sobre mí.

Ahora Tanis yace sobre la arena. Por fín llegó la hora de la liberación.
"¡¿A que esperas, gladiador?!"
" Aquí tienes mi cuello, es tuyo, de las bestias que braman en las gradas"
" No esperes verme cerrar los ojos ante tu espada, porque no será para tí el terror que haya podido sentir en algún momento de mi vida".

La decisión ha mudado. Tironeando de mi brazo sano me arrastra sobre la arena ¡Huída!... los mercenarios del César se abalanzan sobre nosotros... apenas distingo donde corta y hiere mi espada, sólo puedo fijar mi voluntad en la verja que se abre tan cerca... tan lejos para mi cansancio y la sangre que huye de mi cuerpo... ya no puedo distinguir de donde mana, de donde procede... de mí, de aquéllos que encuentran mi espada.

Y alcanzamos la salida... al fondo los carros de combate preparados para el siguiente entretenimiento. La libertad está tan cerca que su deseo nos da las fuerzas que precisamos, para subir, tomar las riendas, y lanzar los caballos contra nuestros perseguidores.

En una confusión de relinchos, gritos de cuerpos bajo los cascos, de carne despedazada por los punzones de las ruedas... lo conseguiremos.
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El carro destroza hueso y tendón, levantando esquirlas humanas en su loca huída.

La persecución finaliza... no recuerdo más, pues la sangre que escapa de mis heridas se lleva mi vida y mi consciencia.

Abro los ojos ante una escudilla de madera, rebosante de un tibio líquido, cuyo olor me produce arcadas...

Yaciendo sobre un blando lecho, aterida sin mis ropajes y cubierta por finas telas, los temblores sacuden incesantemente mi cuerpo. Arde la fiebre en mis pulsos. Y una voz me insta a beber.

Aparto con un débil manotazo la comida... me siento incapaz de tragar, por y a pesar de la quemazón de mi reseca garganta. Una nueva orden y amenazas que suenan dirigidas a un niño rebelde. Pero entiendo que tengo que recuperar las fuerzas perdidas en múltiples heridas, que alguien se ha ocupado de vendar cuidadosamente, envolviendo completamente mi torso desde el hombro...
El gladiador me acerca la escudilla y la sostiene frente a mí... sujetándola mientras me inclino sobre ella y temo no poder controlar las náusea...

Y me hundo de nuevo en la inconsciencia...

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