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11 octubre, 2007

Sudden (VII)


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Las costas de Madagascar deben ser la idea que los dioses tuvieron alguna vez del Paraíso: reposo para el cuerpo y el espíritu... madera, caña de azúcar, café, algodón... y armas.

Y no las trajeron los portugueses, ávidos de botines de oro, especias o marfil que no hallaron por ningún rincón de la isla: Franceses, holandeses y demás europeos aficionados a colonizar, han terminado por atraer a los traficantes.

Maldita sea... no se puede recorrer un metro de playa sin encontrar un polvorín en descarga y chalanes voceando sus armas, como si de pescado de rula se tratase...

Una vez cargado el Sudden de provisiones, paseo por la línea de la playa en compañía de Kilmer. Una escaramuza atrae nuestra atención: ignoramos el origen, pero no se engañan nuestros ojos al apreciar una manada de no menos diez energúmenos empleando a fondo los puños contra dos hombres.
Observamos unos minutos el espectáculo hasta concluir que la pelea es bastante desigual. Y allá vamos.
Dada la superioridad numérica, y que los vándalos parecen estar animados por algún tipo de artilugio mecánico que les impide detenerse y explicarse, Kilmer y yo optamos por dejar la cortesía a un lado y hacer uso de mi kriss y su pistolón. Un par de tajos y dos balas al aire después, se nos había hecho espacio para respirar. Antes de que los traficantes tuvieran tiempo para sacar las armas de sus cajas, volamos hacia lo chalupa y les dejamos nuestros mejores deseos para el monarca betsileo.

Dos nuevos tripulantes para el Sudden (ya que parece no están dispuestos a regresar a la isla). Quizás ahora Njord tenga a bien poner en nuestro camino un galeón corsario: es hora de comprobar qué tal le sienta el color dorado a las bodegas del Sudden.

South

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Nos hallamos bordeando la costa de Túnez cuando el vigía deja los pulmones al grito de "¡¡NAO!! ¡¡NAO!!.
Kilmer y yo salimos disparados hacia la proa y poco menos que entrando en lid por el uso del catalejo. Un sólo vistazo me hace saber a qué nos enfrentamos:

.- ¿Qué le parece, Kilmer?, indago, mientras le paso el catalejo.

.- Huuuuuuuuum... Señor: parece una nave holandesa. ¿Abordaremos?

.- Fíjese bien Kilmer: Mire la distribución de los cañones, el velamen, la estructura. Fíjese bien y dígame si sigue pensando que son holandeses: obvíe el pabellón.

.- Cierto, Señor... puede ser un pabellón de conveniencia. He visto antes esas naves y no en Europa. Pero no termino de recordar...

.- Bien Kilmer: los cañones no están distribuídos a la manera europea, pues están agrupados en dos bandas y separadas por unos treinta metros una de otra. Mire las velas... eso devería decirle algo: NO SON CUADRADAS, sino triangulares. Y la misma nave parece más una piragüa que un galeón de los que vd. a costumbra a ver.

.- Kilmer: Son "mouros", piratas de Berbería, y navegamos en "su casa". Francamente, prefería haberme topado con corsarios.

.- Buena papeleta, Señor. ¿Ordeno cambiar el rumbo?

.- Déjame pensar, Kilmer: éstos vuelven de regreso... pueden haber estado en las costas inglesas de Devon o Baltimore... las más fáciles por desprotegidas. Quizá traigan la sentina cargada de oro: hace tiempo oí una leyenda acerca de la "fuente del oro" de Marocco... no deja de ser una leyenda, pero que supongo basada en las rapiñas de los turcos.
Probablemente lleguen también cargados de esclavos europeos para los mercados de la capital.

,. Huuuuuuum: va a ser una lucha difícil, pero si nos hacemos con parte de su oro y, quizás, alguno de sus esclavos para nuestra tripulacion... ¿Qué me decís, Kilmer?

.- Señor: lo cierto es que la tripulación arde en deseos de lucha, pero dudo que quiera medirse contra la fama de esos turcos. Pero no hemos topado con otra nave en todo el periplo. Si dáis las órdenes os secundo.

.- Bien, Kilmer. Es hora de averigüar si luchan tan bien como se quejan y cotorrean.
Vamos allá, pero no al aordaje... no quiero más pérdidas. Confiaremos en el espolón de proa y yo personalmente me encargaré.

.- ¡A la orden, Señor!.

...

Kilmer alerta a la tripilación y una especie de fiebre se desata por todo el barco. Puedo oler el miedo de los hombres: "mouros"... que venden hombres, mujeres y niños, a los que les cortan las orejas y les hacen comoérselas. Leyendas... pero suficientemente cercanas a la realidad como para temer.

"Tenemos que permanecer fuera del alcance de sus cañones, responder con los nuestros fiando hacer un blanco importante y maniobrar rápido y cerca para partr la nave con el espolón.... difícil... tremendamente difícil..."

.- ¡Kilmer!, ¡disponga a los hombres a los cañones!- ordeno- ¡Ordene arriar la bandera! ¡y no quiero ver a nadie en cubierta!

"El castillo de proa del Sudden no es tan impresionante como los de otros galeones... sin un alma en cubierta y la bandera arriada, quizá se nos vea "pacíficos"... como carneros prestos al degüello. Ellos llegan cargados, probablemente con mucho exceso de carga, para maniobrar con agilidad. Si dudan una sola décima de segundo en cañonearnos, puede que tengamos una oportunidad. El Sudden va ligero de carga y estamos en ventaja.

Procurando dar más la impresión de "barco-fantasma" al pairo que de otra cosa, nos acercamos lenta pero sin dilación, confiando en el poder de "persuasión" de nuestro espectral Njord.

Y, en efecto: la suerte se pone de nuestro lado... pues se acerca confiada y pesadamente el berberisco...
Ya al alcance de mi visión los manejos tras los cañones, prestos a soltar su carga a la señal... pero no tanto como para poder vislumbrar entre la niebla (¡bendita sea!) nuestro espolón.

Antes de dar oportunidad alguna, ordeno disparar los cañones, que hacen un blanco tan perfecto como increíble entre los ojos de su artillería. Entre el humo y la niebla escuchamos los gritos y la confusión, así como el ruido de cuerpos precipitándose el mar. Antes de que puedan reaccionar y hacer buen blanco con los cañones que les quedan, nos acercamos con toda la velocidad que nos permite el viento en las velas y contemplo el miedo en los ojos de quienes aguardan en cubierta el embate de nuestro espolón... ahora sí les llega su brillo broncíneo.
Intentan manejar el barco fuera del alcance de nuestra proa... en vano... pues el peso humano y, acaso, aurífero de su carga les impide la maniobra de evasión...
En los cinco segundos más largos de mi vida, luchando por acertar en la maniobra, hago que el espolón del Sudden y el mismo Njord, su última visión, destroce la "piragüa" berberisca.
Grito orden de cerrar escotillas y cualquier hueco por donde pueda trepar al abordaje cualquier superviviente del mar, y nos lanzamos a la destrozada cubierta del enemigo.

Mis hombres tienen oportunidad de medirse con los berberiscos que quedan en pie, tan aostumbrados éstos a "mostrar" unos pocos hombres mientras el resto permanece listo al abordaje, agazapados y ocultos entre el maderámen... hoy las tornas les han cambiado...

Terminamos de "limpiar" el barco, recorriendo camarotes y abriendo sentinas. Liberamos a los esclavos supervivientes y apilamos todo el oro que somos capaces de cargar en nuestros bolsillos, botas, sombreros, camisas, cinturones... y ants de que el barco se duerma por siempre con Neptuno, cargamos un barril con todas las especias y objetos de valor que podemos apresar.

En el Sudden apenas ha habido lucha: los pocos "náugragos" que han logrado izarse con un kriss entre los sientes, se las han visto con Kilmer y su retén.

Ya era tiempo de que Njord nos llevara a buenas empresas.

South

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