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11 octubre, 2007

Sudden (XIII)


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Ha transucrrido más tiempo del prudentemente estimado para seguir el periplo. En pocas jornadas arribaremos a La Tortuga y Lankin (mi nueva y desconocida mano derecha) y yo elaboramos nuestras cartas para la siguiente expedición.
Nos aconsejamos mutuamente sobre inversiones de tierra en el Viejo Continente que nos aseguren una relativamente cómoda vejez... cuando no seamos capaces de mantenernos en pie junto a los costados de siquiera una chalupa.

Por el momento, es claro que aún nos quedan muchas fuerzas que probar y muchos tesoros que hallar (o saquear).

Y es que este corsario está dotado de unos escrúpulos muy "espciales"... de una moral un tanto "sui géneris". Pues ha decidido no compartir más botines con Su Británica Majestad.

Henos comentado hasta la saciedad que la Reina no va a cruzarse de brazos y, probablemente, a estas alturas desde el "rescate" del "Treasure", ya habrán llegado las noticias de la insubordinación a la muy pérfida Albión. Y la cabeza de Lankin, con precio, aparecerá en todos los mástiles y muros.

No sé si hace ver que no le imorta o, efectivamente, le importa un ardite. En cualquier caso, es lo que necesitamos ahora: un Capitán temerario y orate de quien no me fíe ni por un momento. Por variar de situación. Confianza... al diablo.

South

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Mientras el viento frio y los hielos castigan el Viejo Continente, los maleantes de La Toruga contamos nuestro oro al sol.

Supe de Kilmer por marinos de otros mares: de la nueva vida de mi vejo camarada, no lejos de la costa bereber; ocupando sus días en proveer a los mercantes en escala de aquéllo que sólo un viejo marino sabe necesitan.

Alguien de mi absoluta confianza le ha hecho llegar su parte en el bótín bereber que ambos capturamos. Y un mensaje de parabienes de su Capitán y compañero South.

Nada hay como recibir buenas nuevas para pinchar los deseos de vuelta al mar y, a fín de cuentas, estos días psados en La Tortuga no han hecho sino abotargarnos: lo cierto es que no llega un botín para cumplir mis planes.

Como yo, Lankin, se sentía hastiado de la calma en tierra y deseoso de una nueva expedición. Al menos esas eran sus palabras... porque en sus deseos de embarcar me barrunto que algo debía figurar cierta Dama... podía estrangular a Lankin y no lo confesaría ni aún viéndose espectro.

El exitoso regreso del Sudden a "casa" no hizo sino agregar más números a nuestra menguada tripulación: Lankin y yo distribuimos a los aspirantes, tras una escrupulosa criba, entre el Sudden y el Treasure.

En pocas jornadas volvimos a hacernos a la mar, rumbo a...
bien: el horizonte es ancho.

South

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