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11 octubre, 2007

Sudden (IX)


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Mis instrumentos y papeles se vienen conmigo, aquí, a bordo del "Treasure" de Lankin: una nueva cubierta, una nuea tripulación, tras los últimos acontecimientos acaecidos en el Sudden. Por mi propia ¿voluntad? ¿decisión?. Aquí continúa el diario de una cubierta bien diferente a aquélla en que se inició.

Primavera, 1700:

Hemos dejado atrás los fríos del Tártaro para adentrarnos en el perímetro del Trópico. Atrás ha quedado la difícil "repatriación" de los "huéspedes" de la nao berberisca hundida por el Sudden; atrás han quedado mis suspicacias respecto a Lankin, de quien sigo sin conocer su filiación y origen ciertos... pero en quien puedo y debo confiar: no por creer saberlo todo de nadie se puede estar seguro de evitar una traición. Probablemente un completo desconocido resulte el más firme de las anclas.

Ahora Kilmer gobierna el Sudden.

Paso las horas imaginando el aspecto de Njord en la proa que no puedo ver desde el Treasure, que ahora sigue como una mascota al Sudden, por gentileza hacia mí de Lankin.

Desearía que Njord pudiese "hablar" y contar las cosas que ha visto desde que, con mis propias manos, restauré el Sudden, hasta la segunda botadura de su existencia. Podría contar que me vió trabajando en solitario, en horas robadas al sueño. Podría contar de mi deseo de verlo hendir de nuevo el mar, solos él y yo. Podría hablar de las manos que acepté agradecido por verle cuanto antes erguido, majestuoso, orgulloso de haber sobrevivido tantas tempestades.

Y podría narrar acerca de mi primer encuentro con Kilmer: de corrientes de simpatía, de secretos mutuamente revelados en confianza de camaradas (incluída mi auténtica naturaleza bajo mis ropas de hombre). De proyectos, de temores y dudas, de futuros a bordo del Sudden y en tierra, una vez reunidos por ambos los capitales suficientes como para embarcarnos sólo por placer, no ya por necesidad. De las introducciones de mi amigo y Oficial en mi estrecho círculo "social" en la Isla y a bordo, entre la tripulación: sabedores por mí de que el Capitán y el Oficial ordenan y disponen maniobras siempre con el mismo rango, con la misma autoridad.

Y la Rueda de la Fortuna vuelve a girar y colocar a cada quien en la posición que caprichosamente decide: por eso me hallo en un barco que no es el mío.

Fue difícil, muy dura, la adopción de las medidas a tomar con los prisineros del barco berberisco: finalmente me hice eco de los deseos de Kilmer y la repatriación se produjo como él estimaba, aunque voto a todos los dioses que menores habrían sido mis problemas si hubiese seguido mi instinto de cerrar escotillas. Bien: hecho fue y bien hecho.

Pero con Lankin entró un polvorín en el Sudden: quizás porque ni Kilmer ni yo fiamos de corsarios... quizás porque Lankin jamás ha revelado sus orígenes que la desconfianza se instaló a bordo. Más aún cuando decidí seguir sus planes para el desembarco y conducirle hasta el Treasure, su nao.

Mucho debatimos Kilmer y yo sobre este personaje, sobre la situación del Sudden, intentando entre ambos encontrar la más adecuada de las soluciones: en unos moments era yo quien me confundía entre planes y Kilmer me asesaba y apaciguaba... en otras ocasiones era yo quien de la misma forma tranquilizaba a Kilmer.

Pero hubo que tomar una decisión. Y a pesar del descontento de la tripulación y del mismo Kilmer, decidí sacar al corsario de la bodega y colaborar con su plan.

Caía la noche sobre el puente cuando Kilmer vino a mí, casi como cada jornada tranquila a bordo del Sudden, y comentamos los sucesos del barco: Kilmer se hallaba intrigado por unas palabras que me escuchó a uno de los tripulantes y quería saber por mí el significado de esas palabras. Lo hablamos y decidió que había que hacer algo: reuniría a la tripulación y les expondría la situación en una arenga que no olvidarían. Me opuse: y, como a él le dije, no porque no confiara de sobras en él, porque no supiera sobradamente que era muy capaz de hacerse entender con mucha mejor fortuna de la que yo jamás habría conseguido... sino porque intuía el resultado... porque yo entendía a la tripulación satisfecha, ahora con el cinturón rebosante de oro y sin visos de tener que arriesgar el pellejo en lo que quedaba de nuestro periplo... buena gana tendrían de prestar sus vidas a un corsario y de colaborar en el rescate de ningún barco de Su Graciosa Majestad. La tripulación entendería en este momento sus razones, jamás las de sus mandos.

Un breve escarceo a bordo llamó en esos momentos mi atención, y allí terminó el intercambio entre Kilmer y yo sobre el tema....

Me olvidé de la conversación durante unas horas, atareado enlos menesteres del barco y poniendo a punto el recuento del botín para su partición entre todos los tripulantes. De modo que me encerre en mi camarote y no supe nada...
de que, efectivamente, Kilmer habia arengado a la tripulación. Cuando salí del camarote, acudieron a mí a expresar su descontento pr las palabras de Klmer, y rápidamente pensé sobre lo que debía hacerse: no sabia lo que Kilmer les había dicho para que se me mostraran tan furiosos, pero decidí que debía apoyarle: qué menos debía hacr no ya el Capitán por su Oficial... otra cosa hubiera sido desautorizarle. Qué otra cosa hubiera hecho un camarada, que antes de nada era como nos considerábamos Kilmer y yo.

De forma que ordené a la tripulación volver a reunirse en el puente. Allí, a ciegas, sin conocer las palabras de Kilmer, salvo pr lo que la tripulación me había contado, les "obsequié" con la arenga más dura que de mí habían oído en todo nuestro periplo: en parte porque entendí mi deber autorizar a Kilmer con mis palabras, en parte porque me molestó la respuesta de la tripulación a sus palabras. Y fuí duro. Y dejé a un lado toda diplomacia, por terminar de una vez con el asunto, hasta el punto de la crueldad.

Lo que siguió después, salvo que me hallo a bordo del Treasure, siguiendo al Sudden, al cual siento como a un extraño... se me escapa.

Sé que la tripulación entiende que mi crueldad fue extrema... y no dejo de darles su puntode razón. Sé por el propio Kilmer que entiende que cometió un error por no haber tomado en consideración mis objeciones a su arenga, por no haberme hecho partícipe de su contenido y haberme impelido a defenderla a ciegas y de forma extrema (me sean perdonados mis pecados en este punto).

Sé que Kilmer ha hablado de nuevo, por separado y conjuntamente, con la tripulación, a unos mostrándoles su tristeza por los acontecimientos, a otros simplemente intentando demostrarles que la arenga estaba justificada.

Y sé lo que él y yo hemos hablado.

Pero cuántos cabos quedaron sueltos sin que yo supiera de ellos por Kilmer: porque de las conversaciones posteriores que él mantuvo con la tripulación quedó algo "claro" para este Capitám al que se dejó al margen: que su Capitán ha sido el único en tomar decisiones, el único responsable desde la primera arenga: aquél que buscaba enfrentarse a la tripulación y que "azuzaba" a su Oficial contra ésta: quien había decidido desentenderse del barco y abandonarlo a su suerte... con las subsiguientes "contraprestaciones": que Kilmer les comunicó: que sí, que el Capitán abandonaba la nave, pero tranquilos: él no seguiría al Capitán... sí... la tripulación estaba en sus derechos reprochando sin oir al primero de a bordo: pero Kilmer estaba con ellos y allá el Capitán con sus decisiones si "no era su deseo escucharles".

Duro... muy duro escuchar las palabras de Kilmer en conversaciones íntimas para luego escuchar otras palabras bien distintas dirigidas a la tripulación y de boca de éstos: no del camarada en quien se deposita toda confianza hasta el punto de apoyarle a ciegas, sin saber siquiera el contenido de una arenga, sólo que se va a lanzar y aún con la expresa oposición.

Pero la tristeza viene después: en palabras distintas para el camarada y la tripulación, por el desconcierto, la perpeljidad, la incredulidad, la impotencia, el dolor, la sensación de enorme pérdida, ya grande de por sí cuando quien ama una nave como yo al Sudden puede entenderlo. El dolor es infinitamente más grande después: porque si algo no tiene consuelo es el sentimiento de haber perdido un camarada.

Desde la cubierta del Treasure sigo intentando comprender y me esfuerzo en sonreir ante el cariñoso cosuelo de algunos tripulantes que vienen a mí con sus cálidas sonrisas y sus consejos "sólo necesita un descanso, Capitán". Pero ellos no pueden entenderlo... porque yo no puedo explicarles.

No he renunciado al timón ni al mando del Sudden. Y si el dolor fue tan grande como para hacerme pensar que jamás volvería a pisar la cubierta del Sudden, ahora el orgullo es aún mayor. Yo restauré el Sudden; yo dejé la piel de mis manos en su botadura; yo confié y dispuse y lo hice navegar; yo me desvelé ppor la tripulación, aunque sólo uno o ninguno así lo entienda; yo me miro las manos y las veo encallecidas pr un esfuerzo que quizás sólo a mi me mereciera la pena. Pero jamás me arrepentiré de este esfuerzo, y menos aún de haber confiado en Kilmer, ahora al mando, y espero que por mucho tiempo.

Pero algún día volverá el Sudden a sentir mimano sobre su esquife. Algún día volverá Njord a mostrar esa sonrisa que solo yo soy capaz de adivinarle entre sus labios de bronce. Porque el Sudden Death es mi obra, es mi sueño.

¿Quién dijo que un Capitán debía ser entendido?... en los mares sólo ha de ser obedecido y acatado. Aunque este Capitán no haya ordenado ni siquiera dispuesto y por eso se halle fuera de su barco en estos momentos, ni aún escuchado. ¿Quién dijo que el Capitán "ordenaba" al Oficial?. Serñam las leyes de otros barcos, de otros mares. Quizás porque este Capitán se aliaba, confiaba y estimaba camarada de su Oficial sea que este Capitán se halla fuera de su nado.

Así sea.

South

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