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11 octubre, 2007

Sudden (VI)


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Manatíes... no.

No es leyenda, sino terrible realidad. Yo las he visto: sirenas. Monstruos de encantadora apariencia, que alivian su soledad poblando de cadávers el fondo de los mares. Atrapados entre sus niveos abrazos.

La niebla se arrojó sobre el Sudden en menos tiempo del que se tarda en contarlo: desaparecidos los puntos cardinales, la posición, el mar, el cielo... y el golpeteo del ancla indicando la presencia de montes submarinos. De repente.

El temor a desaparecer en un mar de nadie comenzó a propagar la histeria entre la tripulación... ni un sonido en esa falsa y ominosa calma. En un instante, "algo" que no se parecía al bendito rumor de las olas: unas notas esparcidas por el viento que nacía ¿el mismo viento?. Más cercanos, dirigiendo un barco sin posible gobierno, las notas se convierten en canto... agudo, quizás de animal herido. Y allí estaban: con sus brazos extendidos, tendiendo sus manos al costado del Sudden: pareciendo suplicar algo.

Escamas brillantes de pez, tinte verdoso de busto y largos cabellos poblados de algas y corales. Alguien gritó: "¡¡Sirenas!!"...
No puedo creerlo, es una alucinación... las sirenas no existen sino en la memoria extraviada de unos pocos románticos. Y recordé a uno de mis antigüos compañeros del "primer" Sudden, gritando por la borda "¡¡DOLPHIN, DOLPHIN!!"

Eso es... la niebla todo lo distorsiona. Son delfines...

La insistencia y "exigencia" del canto (o lo que quiera que fuese aquéllo) aumentó hasta el punto de necesitar algo para cerrar mis tímpanos, a punto de estallar.

Volví la mirada hacia atrás para ver cómo mis hombres, en estado semi-catatónico se disponían a arrojarse al mar, uno tras otro... aún no sé de dónde saqué las fuerzas para reducirlos a todos bajo una gigantesca nasa y encerrarlos tras nudos y nudos de maroma. De su ensueño parecían despertar con toda la furia de la que eran apaces para soltarse y seguir su camino hacia las hijas de Neptuno... o del Infierno.

Creí estar en soledad en lo más profundo del mundo de Eris... nada de lo que había escuchado sobre el Tártaro podía prepararme para ésto.

Las sirenas redoblaban sus gemidos y se arrojaban con la espuma casi por completo fuera del agua sus torsos. Las manos tendidas en una petición que no entendí... bastante tenía con atarme al timón e intentar manibrar la nao por entre los colmillos de roca que amenazaban con hundirnos.

Supliqué en silencio a Njord, a todos los dioses que conocía, que guiaran mi mano sobre el timón y nos sacaran de allí.

Un golpe de viento trajo una ola que, desde mi posición, veía crecer y crecer, como si quiesiera engullirnos sin desperdiciar un hueso, una astilla: unas fauces gigantescas, hambrientas... cerré los ojos...
... y los abrí para descubrir que la nave seguía en perfecta horizontalidad y nosotros, vivos. Pero la iracunda saliva de la ola me trajo algo más... un rostro de mujer unido a unas aletas de pez: un rostro bañado en la sal de mar y lágrimas... dulce... imposible de resistir para quien no haya visto antes un rostro así, para quien no haya sentido lo mismo que esos ojos agua-marina escondían: tiernos, suplicantes, dulces, con fulgores de estrella... la aparición extendió sus manos frente a mi rostro, como intentando sostener mis mejillas. Algo dentro de mí sintió una infinita repugnancia que venció a la compasión inspirada por sus ojos.... y, de un manotazo, rechacé sus dedos.

El brillo astral dio paso a destellos de ira, y el ser que escondía salió a la luz entre rugidos de bestia despechada, colmillos de sable y garras de arpía que intentaban asir mi cuello. Alcé el kriss y abrí un profundo tajo en aquélla blanca garganta...

Por encima de la herida el rostro mudó de nuevo: incredulidad, tristeza... y una sonrisa de melancólico abandono... antes de desaparecer en el mar.

Desaparecieron las sirenas, sus cantos... y el cielo volvió a abrirse paso entre la niebla... como si jamás hubiera sucedido.

Me desaté del timón y me dispuse a liberar a mi tripulación... aún somnolientos y desconcertados: no recordaban lo que había pasado... tan sólo una vaga sensación de terror...

South

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