11 octubre, 2007
Tanis huye, de nuevo...
⇒ Reseña: Historias , Tanis , Y no tanto |
Cronos ha detenido su carro... quizás haya estado viajando con EL durante un tiempo que no sé, no puedo precisar... pero al cabo, despierto sin sentir más que el ardor de mi clavícula, apenas ya una quemazón. Fresca mi frente, libre de la fiebre que estremecía mi cuerpo.
Junto al lecho veo al gladiador. Dormido. Por su aspecto diríase que no se ha movido de mi lado. ¿Cuanto tiempo?... no sé cuánto ha transcurrido. Sólo conozco que ha llegado la hora de partir, aprovechando las renovadas fuerzas.
Apenas seré una sombra de mí cuando cruce esta puerta: El espéculo en el techo me muestra una Tanis que no reconozco: profundas nubes grises en mis ojos... el rostro afilado, sufriente. Me yergo para observarme:
Mi espalda... mis hombros, mis brazos: eran tan fuertes, anchos... Ahora parecen escuálidos, incluso en comparación con la estrecha cintura. ¿Dónde fueron las caderas que apoyaban la espada?... no tendré fuerzas siquiera para soportar el peso de mi carcaj. Pero mi mente está recuperada.
Y mi último recuerdo, antes de subir al carro de Hades, son sus ojos, su mirada... la reconozco, la he visto en otros ojos, en otros rostros... y ahora no puedo enfrentarme a ella.
De nuevo, pues, huiré. Ambos habremos de huir. Roma se cobrará nuestras cabezas, a cualquier precio. Me cubro con una túnica que encuentro cerca del lecho, despacio, con cuidado para no lastimar mis miembros. Y miro por vez última al gladiador... algo se remueve en mi interior, pero no tengo deseos ni tiempo para comprenderlo.
Quizá me juzgue ingrata... mi flecha más veloz quedará junto a él, en recuerdo de la Tanis que conoció en la arena del circo... temo que mi mirada sobre su rostro le alerte desde su sueño.
Atravieso la domus, amortiguando mis pasos, apenas el viento me reconoce en ellos. Y hasta la puerta nadie me percibe, nadie me detiene... En la cuadra una yegua castaña, fuerte, me mira y reconoce. Será la elegida. Ella me ayudará a llegar... No sé cual es mi destino. No me importa.
Tengo que huir... de Roma... de él. Volver quizá al río que me dio mi nombre. Y volver a ser la Amazona. Asesina de hombres... que desaparece entre la niebla de la madrugada.
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