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11 octubre, 2007

Sudden (V)


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"¿Hacia dónde vas?"...

Mientras guarde la esperanza de un botín y la panza llena, cualquier tripulación jamás osará siquiera hacerse aquélla pregunta.

Pero ya llevábamos nueve jornadas sin el más leve avistamiento: agua, gaviotas, calma chicha y el más mortal de los tedios. Hasta Njord se me figuraba hastiado.

Que el Capitán pase el día en proa, con la mirada perdida en sus pensamientos y la noche en el mismo puesto y estado, atrapando estrellas con los ojos, no ha de ser señal sino de un romanticismo sospechoso y pernicioso para rudos marineros a los que ni en el potro de tortura podría convencerse de que hay "vida" en sus cerebros.

Ese fue el germen del primer motín.

Llevaba un par de días siendo acuciado por el el señor Kilmer, el primer oficial: "Señor: la tripulación está en ascuas... hace días que salimos del Archipiélago y no henos encontrado una sola nao, tierra o algo más excitante que una gaviota"

Con manifiesto fastidio respondí:

.- "¿Pensáis que es culpa del rumbo, de la estación, del cielo, del Capitán...?. "Bien: ordenad asegurar las velas a su palos y baldear la cubierta. En un barco siempre hay trabajo por hacer".

.- "Pero Señor...", quiso insistir el Oficial, "¿acaso no os dais cuenta de que la inactividad fomenta los motines?

.- "¡Señor Kilmer!. Por mí pueden jugarse a los dados su parte de los botines que hayamos de topar. No pediré paciencia, pero tampoco toleraré gimoteos absurdos.
Idos.

Lo cierto es que, entonces, bordeábamos el vórtice superior de la costa africana y pensaba recalar allí para hacer provisiones y "ventilar" a la tripulación. Pero algo me dijo que algunos entre ellos debían pensar que navegaríamos hasta el Infierno sin parada ni fonda ni, por supuesto, botín.

Por Kilmer me enteré de que alguien entre la tripulación había hecho correr el rumor de que el Capitán estaba loco, el Sudden maldito y el mismísimo Njord un sicario de a saber qué fuerzas demoníacas.
Las carcajadas por mí proferidas debieron llegar al Olimpo... e hice mal.

Dos noches después, de regreso a mi camarote, escuché un gemido ahogado procedente del castillo: Kilmer medio inconsciente. Y supuse lo que iba a suceder.

Fuera casaca y cintos; alfanje y kriss en cada mano acompañando a mi sombra deslizándose entre las sombras del Sudden...

South

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Camuflado entre cabos, grasa y toneles, atento al más leve murmullo distinto del chapoteo del agua bajo el casco, crucé la cubierta de popa a proa, sin encontrar más allá de una cabeza de pescado... silencio en la sentina, silencio en cubierta... decidí que debían estar esperando en mi camarote. Más les habría valido arrojarme al mar de un empujon en cuanto tuvieron oportunidad. Pero imagino que la codicia les llevaría a esquilmar sin dilación el camarote del Capitán...

Prendiendo yesca a unas hojas de tabaco, esperé que humearan bien antes de introducirlas bajo la puerta de mi camarote. En efecto, escasos instantes después, salian los amotinados huyendo como ratas del "fuego": en la misma entrada les esperaba la red bien dispuesta a caer sobre ellos y el charco de sebo. Aquél que pudo escapar a la red, se vio de bruces contra la tarima y el arma resbalando hasta el costado de la nave.

Con la ayuda de Kilmer y cuatro tripulantes (ninguneados por sus compañeros amotinados), oportunamente reanimados del sueño del aguardiente por los gritos de los demás, conseguimos terminar de reducirlos.

La decisión había de ser rápida, no podía permitirme vacilar a la vista de las expresiones de los amotinados:

.- "Bien, bien", "¿qué tenemos aquí?: ¡Atunes!".
"¡Kilmer!: ¿diríais que hemos de devolverlos al mar?... no parecen en buen estado y podríamos tener diarrea a bordo por su causa...

Probablemente, a estas alturas del discurso, debieron figurarse que los pasaría por la plancha. Y esa fue mi primera intención.

No... si querían "oportunidades", que las buscaran por sí mismos. De modo que ordené arriar uno de los botes y lanzar dentro, a punta de kriss, a los amotinados. Bien: tres hombres en una barca seguro serían capaces de arreglárselas solos.

De esa forma conjuró el Sudden su primer motín. Si el agua potable que tuve la "deliadeza" de ofrecerles les mantuvo con vida hasta llegar a tierra, ya no es mi problema. Es la ley del mar.

South

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