No imagino porqué, antes o después, mucha gente termina por mentir acerca de su edad (tanto ellos como ellas).
Total: ahí está la fortuna de cumplir y vivir todos y cada uno de nuestros años... y nadie va a quedarse aquí para ver cómo los demás pasamos de humano a momia.
Lo cierto es que ahora hay poca gente que no disfrute de un "arreglito" a partir de los treinta años... y es que eso del bótox debe ser toda una tentación... salvo porque los rostros con Bótox no llevan una sola arruga en la frente (o sus propietarios no han vuelto a preocuparse por nada, con lo cual no fruncen un músculo o... el Bótox les deja, más bien, una cara como de baldosa de porcelana recién pulida)... lo cual resulta... poco "natural".
Alguien a quien conozco lleva quitándose años desde los 34, más o menos. Y más se quita cuantos más cumple. En una ocasión le comenté que, a ese paso yo (que soy dos años menor) iba a parecer su abuela.
Lo gracioso de una mentira mil veces repetida, es que llega a tomar apariencia de verdad... al menos para su "ingeniero". En este caso, el trapacero de quien hablo, llegó a creérselo con tanta intensidad que mintió a un policía de tráfico que le detuvo en un control de alcoholemia.
Al preguntarle el policía por su edad, no se le ocurre otra cosa al interfecto que espetarle su edad "de mentira" (cuatro años menos que la real). El policía se quedó un tanto atónito y le pidió el carnet de conducir... y al mirar la fecha de nacimiento en el mismo, se quedó más atónito aún, porque no coincidía la edad declarada con la del documento.
Obviamente, ante la sospecha de pitorreo, el policía comenzó a desenfundar su talonario de denuncias... cuando alguien intervino, rápidamente, diciendo que el sujeto no quería mentirle.... sino que llevaba tantos años mintiéndose a sí mismo, que había conseguido convencerse de que es más joven de lo que proclaman sus documentos.
El policía miró al sujeto con cierta conmiseración y hasta le dejó pasar un cero y poco en el control de alcoholemia.
Cuando se despidió, pareció querer decir al sujeto: "anda y no peques más: asume que tienes X años y que, además.... los aparentas todos..."
Y lo malo de mentir respecto a la edad es que...es necesario que acompañe cierta frescura o lozanía que pueda corresponderse con la mentida edad: en otro caso, la gente-nada más te des la vuelta-van a cuchichear que te ves muy estropeado para la edad que tienes... ;)
Item más:
Llegó a mi despacho un día el caso de una señora desesperada por jubilarse. Si la empresa no admite prejubilaciones, no hay nada que hacer, salvo esperar con salud y paciencia a que caigan los 65.
Pero el problema de la señora era muy otro: Ya tenía la edad de jubilación... pero no podía probarlo:
Durante la guerra civil española, las tropas republicanas asaltaron muchas Iglesias y quemaron todos los Registros parroquiales que encontraron a su paso... de esa manera, mucha gente se vio "desaparecida" del mundo por obra y gracia de los fuegos del odio.
Este fue el caso de la señora quien, a la vista de su buena fortuna, una vez terminada la guerra y exhortados los ciudadanos a volver a ingresar los datos de su "existencia", decidió que la ocasión era única para quitarse cinco años de un plumazo.
Y ahí estaba ella ahora... en un despacho de abogados, cansada de trabajar y rendida por sus 65 años y... condenada a trabajar durante cinco años más, tan sólo porque un día se le ocurrió la brillante idea de quitarse cinco años.
Excuso decir que los Registros parroquiales quemados, nada de certificaciones de nacimiento que se hubieran salvado de otro modo, en otro lugar... la señora hubo de volver al trabajo...
Para sarcasmo, el de la vida :(
Algunos dicen que no es sarcasmo sino... justicia poética...
Lo último:
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Mentiras de la edad (¿La edad de las mentiras?) |
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¡PUXA, ALONSO! |
Afalta del premio de Brasil para el fín del Mundial, y aún cuando lAS cosas se han puesto muy negras para la revalidación del título, Fernando Alonso es nuestro campeón y líder indiscutible de este último Mundial.
Han pasado unos meses desde que McLaren decidió contratar a Alonso para... ponerle toda clase de obstáculos, desde la primera carrera. ¿Cómo y porqué?:
- McLaren contrató a Alonso, probablemente y siguiendo el dicho "si no puedes vencerle, únete" para, teniéndole sus filas, asegurarse de no tenerle como competidor. De hecho, a Alonso se le prometió figurar como primer piloto y, a la vista está, que fue engañado por la escudería.
- De las creo que 16 carreras que llevamos, los "problemas" han perseguido a Alonso en, al menos, 12:
- Dos "accidentes" ocurridos a su coche mientras reposaba en boxes. En uno de ellos, un foco cayó "accidentalmente" sobre el vehículo; en el otro, y "misteriosamente", desapareció la tapa del depósito de aceite (con el consiguiente riesgo de incendio del motor).
Y qué vamos a contar de las veces que McLaren y Hamilton han arruinado las carreras de Alonso: - Hablemos, por ejemplo, del mes de julio, cuando Alonso descubrió, en plena carrera, que su coche llevaba ¡NEUMATICOS USADOS!. Con el lógico disgusto, se negó a volver a la carrera hasta que se le explicase. Y no había salido de boxes cuando a Hamilton se le "antojó" entrar y colapsar. Resultado: A Alonso se le penaliza con la pérdida de seis puestos... cuando semejante caso ni penalización se encuentras tipicados en reglamento de pista alguno.
- Para qué contar de la famosa escena en la que McLaren decide ordenar a sus pilotos que reduzcan la velocidad (en Mónaco): Alonso levanta el pie del acelerador y Hamilton... acelera intentando pasarle. ¿Alguien sancionó a Hamilton?: No... se fue de rositas.
Y vamos con el niño mimado de Mac Laren, Hamilton, protegido por la escudería desde los doce años, jamás dispuesto (al contrario que Alonso) a probar y mejorar el coche y colaborar en talleres para la mejora del rendimiento del motor. El niño que, casualmente, se ha hecho novio de una de las herederas de la casa McLaren...
- Hamilton adelanta por fuera de una curva. Aún siendo el hecho objeto de sanción, le sale gratis la maniobra.
- Hamilton provoca un accidente al salir como un tiro cuando aún estaba la grúa en pista, tras otro accidente. Nadie le sanciona.
- Hamilton se sale de pista, junto a otros coches ;y todos, obedeciendo el reglamento, abandonan. Todos menos Hamilton... a quien viene a recoger una grúa para devolverlo a la carrera.
¿Más?... porque hay más. Y porque, por si aún fuera poco, no nos olvidemos de la prensa alemana y del R.U., que se ha dedicado a abroncar a Alonso, tachándole de cosas que se salen de la mera profesionalidad. ¿Porqué?: Porque quieren que gane el niño Hamilton. Porque quieren que pierda el "spaniard".
Por eso, lo mismo me da que Alonso se proclame hoy Domingo tri-campeón del Mundo. Porque la presión que ha tenido que soportar este año ha sido brutal. Sólo un campeón puede aguantar lo que ha soportado él sin mandar a la escudería McLaren y a su compañero a ... freir espárragos. Porque un campeón, un piloto verdaderamente bueno y profesional, como es Alonso, NO NECESITA HACER TRAMPAS PARA GANAR.
Y ahí va para el resto del mundo: ¡PUXA ALONSO!. ¡TU ERES EL CAMPEON!
Pd: Y se hizo el milagro... Alonso batió a Hamilton en la salida y éste no supo responder a tiempo.
La Justicia poética ha vuelto a ganar:
- Hamilton se queda sin carrera y sin mundial.
- Alonso gana podio en Brasil y queda a sólo un punto del campeón, Raikkonen.
- McLaren pierde estrepitosamente el mundial y... espero que ésto les haga reflexionar y cambiar su actotud por otra más honrada.
Lo dicho: ¡¡PUXA ALONSO: FELICIDADES!! :D
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You... |
Sé que no te importaría verlo aquí...
...que entre tantas flores de sabor amargo, no se donde te escondes y apenas puedo ver tu rostro...quizá sea por la sábana blanca que lo cubre...la que te protegerá del frío de la noche mientras cruzas el río incólume de vida...donde la soledad que brama ansiosa, espera que se ancle tu barca de haya en su orilla, tan silenciosa, dicen, como la nada...y You, tan reina, tumbada sobre la tenue luminaria de los candiles de aceite y el tétrico silencio de los remos que vuelan, eres una reina sin esclavos, sin poder...sin reino...te encaminas a un lugar sin nombre, desde donde alguien sentirá de tí una presencia ignorante...para sobrevivir con el sabor de unos besos noctámbulos de unos labios sin salibar...recibiendo a través de la penumbra de una vela, o un raquítico incienso...el halo fantasmal que compondrá tu energía al contonearse por entre las próximas y amargas bocanadas de tu recuerdo...alguien que de tu espalda ha quedado huérfano, prendido...enamorado...y despedido violentamente del voluptuoso acariciar de tus manos.
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Rindo el pendón (IV) |
Procuro no ser vista si tengo que exponerme al día... mas hay ocasiones en que el riesgo llama y embriaga mis sentidos... he de seguir sus rutas.
Quizás necesitaba una especie de catalizador a esta somnolencia de tantos días, sin más compañía que la de Gwenn... pero he vivido toda mi vida en la prevención y el insnto de protección y supervivencia.
Había en mí deseos de contemplar la luz del sol entre las hojas y el rocío rezumando los pétalos: de refugiarme en mi religión, que no es otra que aquéllo que palpo y veo.
Y decidí arriesgarme.
Los caminos están llenos de peligros y batidas de extrañas armaduras e insignias, sobre sus caballos con monturas, mantas y símbolos que nunca llegaré a entender... pero que deben responder a una estrategia para atemorizar al oponente.
Esta vez ningún jinete se detuvo a mi paso. Apenas podía observar sus ojos tras las celadas, pero sus ademanes me indicaron "urgencia"... y miedo. Decidí poner a Gwenn a la carrera, por no perder el rastro y seguirles, cualquiera que fuera su destino.
Allí estaba: una horrible criatura, gigantesca, con el cuerpo preñado de malolientes escamas y su fétido aliento de fuego. Asediando las torres de un castillo y destrozando cuanto encontraba asu paso, con sus terribles pezuñas y los mortales golpes de su cola de bestia.
Y contemplé la lucha vana de arqueros, espadas y catapultas, que ninguna herida producían en las pétreas escamas.
El centro vital de todo ser vivo se cree en el corazón mas, cuando la piel es un escudo y coraza impenetrables,, se han de buscar aquéllos puntos expuestos, débiles, tiernos a la más pqueña herida. Desde los ojos se puede alcanzar el cerebro, y desde la garganta el fluído vital.... mas los guerreros no parecían poder alcanzarlos, quizás demasiado ocupados en defender sus propias vidas que en hacer puntería.
Mis músculos necesitaban este tipo de entrenamiento: aprovechando la confusión para espolear a Gwenn entre cascotes, flechas perdidas y el abrasador hálito de mil teas, la desmonté para izarme a la torre del castillo, apoyando manos y pies en los numerosos resquicios de la argamasa. Una vez arriba, examiné las posibilidades: más o menos a la altura de mis ojos se encontraban los ojos de la bestia: decidí no arriesgar mis flechas sino desde una altura superios a la del enemigo y trepé por la barra del estandarte hasta su cima, que arranqué de un tirón para permitirme la más completa visión del campo.
Aguardé a que el animal se fijara en mi diminuta presencia... sus ojos de reptil me observaron, dudando un momento entre si proseguir con la destrucción que allí abajo concluía o entretenerse con un nuevo juguete: Y bramando su furia dirigió hacia mí su ataque.
Tensando el arco, desde mi posición algo más elevada, apunté a uno de sus ojos. ¡Blanco!. Cegada, sorprendida y llena de ira, la bestia lanzaba al aire zarpazos brutales que hicieron peligrar mi estabilidad. Rápidamente descendí la barra e intenté alcanzarle en el otro ojo... pero mi posición no era la adecuada: la flecha erró en la comisura, lo que no hizo sino enfurecer más aún al animal.
´Debajo de nosotros, los pocos supervivientes habían reparado en la nueva lucha: pero nadie disparó una flecha más, atentos a la batalla los que no aprovecharon para huir y salvar sus vidas. Supe que habría de arreglármelas solas: a fín de cuentas nadie me había pedido mi intervención, nada me debían.
Un trozo de escala, que aún colgaba de la almena, me sirvió de soporte para no caer entre los cascotes derribados por la temible cola de la bestia. Más temible aún que sus zarpas y colmillos. Tomando impulso, intenté balancearme y alcanzar el mayor arco posible hacia arriba, hacia la garganta, extraída mi espada de su vaina. Debía acertar al primer golpe, pues en esa maniobra estaba más expuesta que un mosquito.
El primer impulso me llevó hasta el gaznate, desprovisto de escamas y tierno desde mi posición. Allí, con todas las fuerzas de mi espada, lo atravesé hasta la empuñadura ; y un surtidor de sangre caliente y palpitante se vertió sobre mí. Perdí el apoyo dei brazo alrededor de la cuerda, y me deslicé hacia abajo a gran velocidad, mientras mis dedos se abrasaban y la piel de la palma se desprendia en pellejos entretejidos con restos de soga.
El golpe contra el suelo fue brutal, mas tan sólo tenía conciencia del palpitante dolor de mi destrozada mano... entre restos de niebla y oscuridad y puntos de luz brillabando sobre mí, tuve conciencia de un pesado golpe, muy cerca de mí... intenté rodar sobre mi espalda, por alejarme del aplastamiento... y me hundí en la inconsciencia....
...
Cuando abrí los ojos, nada quedaba a mi alrededor: tan sólo los restos humeantes de la bestia, de la cual se había hecho una pira. Ni un solo ser humano vagaba por los alrededores y una nueva punzada de dolor despertó en mí: había eliminado a la bestia, y mi cuerpo había sido abandonado a su suerte. Nadie había comprobado si me hallaba aún con vida.
Maltrecha, silbé para llamar a Gwenn, que pareció al instante, sana y salva, buena alumna que obedece las instrucciones de conservación de su dueña y amiga. Me costó trabajo izarme a su grupa, pues el dolor de mi mano, en carne viva y carbonizada, era grande. Guié a Gwenn hasta un hilillo de agua que encontré en las inmediaciones y lavé la herida, a la que apliqué un emplasto de hierbas cicatrizantes que crecían alrededor. Con un girón de mi propia túnica hice un vendaje y retiré la sangre pegajosa dea bestia.
Examiné con calma el resto de mis heridas: magulladuras extensas y repartidas por todo el cuerpo, pero nada preocupante en comparación con la infección de mi mano.
Me alejé... pensado que un nuevo dolor había hecho mella en mí
Thais
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Rindo el pendón (III) |
No viajaré esta noche... cuajado de estrellas el cielo claro.
Hoy he encontrado un mapa, y me he detenido a examinarlo... apenas he salido de la protección de mi clan.
Siempre contaba las estrellas en el cielo: tantas como años han transcurrido desde mi nacimiento, una más cada año. Así aprendí los nombres de las constelaciones, a enontrarme en el zodíaco celeste, y veo los Gemelos, complementarios y opuestos, apenas donde uno termina su figura comienza el otro, inclinados el uno hacia el otro, reposando uno su astral en el otro... juntos y pleiteados. A veces pienso que mi concepción podría haberse retrasado un tiempo, y dispondría de la fiereza del león
Un cometa rasga el cielo con su larga estela, y por un momento ilumina mi espacio. Aterrada, me pongo en pie. Ese fogonazo ha debido alertar a quien pueda hallarse merodeando.
Tras unos minutos con los músculos y el arco tensos, apaciguo mi entrecortada respiración y espío el silencio... nada... salvo los ruidos normales del bosque. Una calma total, sería señal de que algo anda mal... pero no es el caso.
Aliviada, estudio el mapa. Justamente el punto que en él había marcado sigue la trayectria de la cabeza del cometa. Debe ser un augurio... ruego a los dioses no equivocarme y prosigo mi mrcha.
Thanis
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Rindo el pendón (II) |
Supongo que creciendo entre amazonas la desconfianza debe ser algo que formará parte de mi carácter hasta el fín... pero aún me queda mucho más por desconfiar:
Suelo viajar y buscar alimento de noche, cuando los caminos están limpios de jinetes, y duermo de día, al cobijo de cualquier oquedad entre las rocas... he acostumbrado a mi cuerpo a no moverse durate el sueño por lo que las ramas más altas de los árboles me procuran el mejor de los escondrijos. Cualquier sitio es bueno para ocultarme de quien no sabe le vigilo.
Y mi arco me proporciona el sustento que preciso, así como las raíces que crecen por todas partes en el camino. Soy cuidadosa a la hora de encender fuegos para limpiar y asar mi comida, pues procuro no encender con maderas excesivamente humeantes y de olor. El agua corre abundante en mil reguerillos y riachuelos. Nada me falta. Ni siquiera compañía, pues tengo en Gwenn cuanta necesito.
En estos oscuros tiempos, medio mundo intenta dominar por la sangre y el acero al otro medio... y contínuamente presencio desde mis escondrijos batidas y expediciones de energúmenos que apenas se sostienen sobre sus monturas, pero que braman y blanden sus armas como si de demonios se tratara. Nada quiero ver con esas bestias que no luchan: cazan, y abandonan a sus presas a merced de los carroñeros, sin siquiera quemar sus cuerpos para evitarles la degradación y el sufrimiento... ni siquiera las fieras amazonas tratábamos así a nuestros cautivos.
He ahi una nueva persecución, una nueva víctima. Tan sólo son tres los jinetes, pero el acosado está solo y carece de armas y montura. Es muy joven, prácticamente un niño... y se están divirtiendo con él: le azuzan sus monturas, girando sobre él entre risotadas e imprecaciones; más de una coz le procuran los caballos y sangra por múltiples heridas del acero. Por fín, le veo caer, exhausto y resignado a su fín, mirando impasible la maza que silba silba sobre la cabeza de uo de los jinetes, presta a descargarse sobre el cráneo del caído.
Cobardes...
De un par de saltos, desciendo de la copa del árbol donde me hallo y la sorpresa de mi aparición se onvierte en mi aliada. Sin darles tiempo a reponerse, las flechas salen de mi carcaj, veloces y certeras: uno, dos, tres... y ya se hallan todos en el suelo, mientas sus monturas se encabritan y me izo desde las crines para evitar que huya uno de los caballos. Y me hago con una extraña espada: bien pueden servirme un extremo para cortar y el puño para golpear. Tomo el cinto del cadáver que lo ciñe y lo ajusto a mis caderas-
La presa me mira como si fuera un espectro. Apenas hablo algo de bretón, pero le hago saber que es libre y que tiene un caballo para huir, antes de que llegen nuevas batidas.
Y desaparezco entre los árboles. No deseo compañía ni agradecimientos por hacer lo que mis dioses me istan.
Pero mientras desaparezco, oigo una palabra en bretón que ya nunca olvidaré: Peoc'h
Paz.
Thanis
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Rindo el Pendón |
No... ni siquiera período entre guerras, no más allá de dos minutos de armisticio y paz, pues nunca terminan de ser enfundadas en sus vainas las espadas,
no terminan de volver las flechas al carcaj. Pues nos defendemos antes de ser atacados... y la más mínma probabilidad de ofensa es suficiente para desencadenar de nuevo el "conflicto"... ¿qué conflicto?... ¿cómo, cuándo, por qué empezó?Desconozco si lo sé o, simplemente, no lo recuerdo.
Tan sólo recuerdo intentos de bandera blanca que nunca terminan de asomar y ya se frustran... antes de pensar en ello ya vuelan las flechas y golpean las mazas. Y las posiciones contínuamente cambian: el defensor ataca, el atacante se defiende, y las barricadas son destruídas continuamente por sus constructores,,, ya no sabemos ni cavar zanjas en las que protegernos, escondernos... de qué...
Un juego demasiado complicado, largo... un asedio próximo a su resolución, pues desfallezco ya por inanición:. no queda aquí más fuerza para tensar el arco... de todas formas nunca quise que mis flechas hirieran... tan sólo que delataran mi posición. Y han volado lejos del objetivo.
Por ahí dejo el pendón La justa ha terminado. Y sólo hay vencidos.
Guarda mi yelmo: es tu trofeo
Thanis
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Tanis huye, de nuevo...(VI) |
Mucho tiene que hacerme reir este gladiador para hacerme olvidar la intención de la comparación. Quizá no sepa que la mente de un caballo es la que mejor se compenetra con la del hombre: advierte la tensión, el miedo, la excitación... y lo refleja en sus ollares, párpados, orejas, belfo, cuello...
Pero sólo una Amazona comprende a su montura... salvo ella, nadie puede alcanzar esa simbiosis. Qué mejor libertad compartida con nuestras monturas. Libertad... para ambos.
La risa libera tensiones, pero el peligro se acerca cada vez más. No hay tiempo. No puedo esperar más. Y sobre mi nueva montura me alejo de los cadáveres. He de regresar a la Capadocia cuanto antes.
Es inútil que le explique... no debe venir. Será un esclavo para mis dos reinas, un trapo a utilizar una vez al año, para obtener la descendencia que precisamos para perpetuarnos. Si no es capaz de darnos niñas, será sacrificado. Y , entre tanto, deseará la Muerte.
No puedes acompañarme allá donde voy. Quizá si pienso las palabras con suficiente fuerza termine por entender mis pensamientos, ya que no mi lengua.
Debo partir.
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Tanis huye, de nuevo...(V) |
No puedo creerlo... nos persiguen. Debe haberse despertado el gladiador, porque la yegua dilata sus ollares, olfateando un olor conocido, haciendo requiebros en un intento de dar la vuelta.
No hay mejor jinete que una Amazona. Conozco las mentes de los animales... le susurro su recompena, con caricias en los belfos. Y salimos disparadas hacia la Libertad.
Las promesas y el viento de cara, recuperan nuestros cuerpos y mentes. Los sonidos de cascos se amortigüan tras la Amazona y su montura. Palpo el carcaj sobre mi costado... sus flechas vuelan lejos... está loco el gladiador: he huído. Nadie me dará alcance... viva.
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Se porta bien.. apenas una ligera presión con mis talones en sus costados y se ha convertido en un cuchillo contra el viento... Vuelve a olisquear el aire y su piafar llena el aire, mientra clava sus cascos en la hierba... los ha presentido.Pero antes de verlos ya sé que habrá lucha, no es posible escapar en campo abiero. Y son demasiados. Nos acorralarán.
Mientras fijo mi mirada en las siluetas de los legionarios que se acercan, los equites aprecen desde nuestra izquiera, gritando como demonios... salvajes, empujándose entre ellos, enmedio de grandes carcajadas. Les costará caro, y en ningún caso tendrán un juguete.
Es inútil cansar más a mi montura... la hago gira hacia los legionarios que portan flechas y comienzo a asaetearlos, uno tras otro... de lado sobre mi montura, para poder vigilar los dos frentes, Apunto con rapidez al tórax y el cuello de los équites, ahogando sus gritos triunfales en sangre.
Los legionarios aprecen,como moscas sobre un pastel... no quedan équites en sus monturas... apenas me quedan flechas, debo reservar una para mí, si fuere necesario.
Y un nuevo combatiente aparece: es el gladiador, que nos ha dado alcance... ¿No trae armas?... más le vale ser rápido y mortífero de miembros.,..
Mientras se acerca y los legionarios dividen sus presas, ahorro flechas y me defiendo con los puños y los pies... hacen caer mi montura, y he de ser rápida para protegerme del aplastamiento del animal, que ha caído sobre su asesino.
Estoy libre...
El gladiador lucha con los puños desnudos... pero termina por caer y la espada del último legionario está a punto de llevarse su cuello....
Podría terminar fácilmente... con los dos: esperar a que el legionario termine con él... luego mi flecha pondría fín a la vida del último superviviente...
Una vida por otra... salvó la mía, aún a mi pesar...
Y sale rápida la flecha del carcaj, silbando atravesando la garganta del legionario. Su espada acompaña al cuerpo, muerto antes de tocar la tierra...
Y el gladiador me mira, aturdido, incrédulo...
Unos segundos prendidas las miradas... no me acerco... extraigo mis flechas de los cadáveres, y le doy la espalda ...en busca de un caballo romano, con el que poder proseguir mi huída...
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Tanis huye, de nuevo...(IV) |
Tengo ojos en la nuca, y mis oídos perciben todos y cada uno de los sonidos, cada nuevo sonido. No me toma por sorpresa la irrupción de la bestia, pero el cansancio y la herida amodorran mis reflejos., sin poder evitar que la fiera salte sobre mí.
Ahora Tanis yace sobre la arena. Por fín llegó la hora de la liberación.
"¡¿A que esperas, gladiador?!"
" Aquí tienes mi cuello, es tuyo, de las bestias que braman en las gradas"
" No esperes verme cerrar los ojos ante tu espada, porque no será para tí el terror que haya podido sentir en algún momento de mi vida".
La decisión ha mudado. Tironeando de mi brazo sano me arrastra sobre la arena ¡Huída!... los mercenarios del César se abalanzan sobre nosotros... apenas distingo donde corta y hiere mi espada, sólo puedo fijar mi voluntad en la verja que se abre tan cerca... tan lejos para mi cansancio y la sangre que huye de mi cuerpo... ya no puedo distinguir de donde mana, de donde procede... de mí, de aquéllos que encuentran mi espada.
Y alcanzamos la salida... al fondo los carros de combate preparados para el siguiente entretenimiento. La libertad está tan cerca que su deseo nos da las fuerzas que precisamos, para subir, tomar las riendas, y lanzar los caballos contra nuestros perseguidores.
En una confusión de relinchos, gritos de cuerpos bajo los cascos, de carne despedazada por los punzones de las ruedas... lo conseguiremos.
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El carro destroza hueso y tendón, levantando esquirlas humanas en su loca huída.
La persecución finaliza... no recuerdo más, pues la sangre que escapa de mis heridas se lleva mi vida y mi consciencia.
Abro los ojos ante una escudilla de madera, rebosante de un tibio líquido, cuyo olor me produce arcadas...
Yaciendo sobre un blando lecho, aterida sin mis ropajes y cubierta por finas telas, los temblores sacuden incesantemente mi cuerpo. Arde la fiebre en mis pulsos. Y una voz me insta a beber.
Aparto con un débil manotazo la comida... me siento incapaz de tragar, por y a pesar de la quemazón de mi reseca garganta. Una nueva orden y amenazas que suenan dirigidas a un niño rebelde. Pero entiendo que tengo que recuperar las fuerzas perdidas en múltiples heridas, que alguien se ha ocupado de vendar cuidadosamente, envolviendo completamente mi torso desde el hombro...
El gladiador me acerca la escudilla y la sostiene frente a mí... sujetándola mientras me inclino sobre ella y temo no poder controlar las náusea...
Y me hundo de nuevo en la inconsciencia...
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Tanis huye, de nuevo...(III) |
El gladiador ha caído. Sus ojos me muestran el siguiente movimiento... puedo leer sus pensamientos, los míos...¡Ojalá tuviera aquí mi carcaj!
El público grita más sangre... antes de que pueda cercenar su cuello, se yergue y he de apartarme para evitar su espada, mientras me giro para atraparlo en la red, que cae de soslayo, pesada sobre la arena. Giramos, segimos nuestros movimientos, en tensión, atentos al siguiente embate. Percibo la simultánea tensión de sus bíceps, el leve paso... se prepara para atacar y mi espada corta nada puede contra su escudo. Sólo confío en envolverle y hacerle caer.
Se arroja sobre mí, como había previsto, con el escudo protegiendo su cuerpo y la espada preparada para cortar en movimiento ascendente. Aprovecho la fuerza del envite para usarlo contra él y le hago rodar y caer por detrás de mi hombro,sin poder evitar el roce del filo en la clavícula.
Me siento girar... anque sé que he caído. Y entre los puntos de luz y sombra precibo su cuerpo caído. La Vida y la Muerte dependen ahora de aquél que consiga llegar al otro.
Intento ergirme, con todas mis fuerzas, luchando por soportar el fuego que abrasa mi hombro herido ¡por todos los dioses, que quema como el mismísimo Averno!... doblada sobre mí misma, consigo llegar y colocar todo el peso de mi cuerpo sobre el gladiador, quien observa la decisión que se forma en mis ojos mientras la punta de mi espada muerde su yugular.
La multitud ruge con más fuerza que una manda de leones hambrients y sigo sus miradas hasta la tribuna, donde el Imperator se ha puesto en pie y levanta su mano derecha. Veo cómo la cierra en puño y, tras unos instantes, extiende el pulgar hacia abajo. No entiendo el gesto... pero sí una palabra que se hace eco en todas las gargantas al unísono, que repiten hasta marearme ¡Mátalo!, ¡mátalo!, ¡mátalo!...
Por un instante la punta de mi espada presiona con más fuerza el cuello del gladiador; una gota de sangre me hipnotiza en su recorrido desde la herida... Soy amazona, acostumbrada a matar hombres... mis enemigos. Pero ahora los enemigos son otros que no puedo alcanzar... Dudo si podría escapar ilesa y para siempre, sin derramar más sangre...
Cruzamos nuestras miradas... quiere escapar, también... seguiremos siendo carne de circo. Puede que haya una salida si somos dos.
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Tanis huye, de nuevo...(II) |
Salve civites:
Me aburro. Y dicen que, cuando se aburre, el diablo mata moscas con el rabo. De modo que voy a jugar. Si voy a jugar sola me es indiferente, si alguien tiene ganas, bienvenid@ sea.
Y quiero jugar a que unos tratantes de esclavos han atrapado a una amazona (llámémosla Tanis) cerca de la Capadocia. Después de muchas peripecias, la han vendido como "carne de arena", pues es bien sabido que las amazonas son feroces guerreras y se defienden bien a caballo y en el uso de cualquier arma que puedan manejar los varones romanos.
El Imperator ha sido debidamente avisado de la presencia de la amazona en la urbs y piensa en convocar sobre la marcha el mayor de los espectáculos que la ciudad haya visto en todos los años de su existencia.
Y llega el día... Tanis ha permanecido custodiada, vigilada y presa. Bien alimentada, pr cuanto se han de preservar sus fuerzas para la arena. Porque el Emperador ha decidido convertirla en protagonista.
Es conducida a través de subterráneos en semipenumbra... cerca del final se oye el rugir de una multitud.
Tras una verja, por la que se cuela la brillante luz del mediodía, Tanis ve repleto el foro, y contempla la tribuna y sus vistosos colores. Hay otros esclavos con ella. Hombres que han sido capturados en sus tierras y traídos para divertir a los romanos. Se miden entre ellos, pues saben que de su acierto en la primera y única evaluación depende su vida.
Apenas se fijan en ella... salvo para expresar una cierta mirada de compasión: una mujer. Será la primera en caer despedazada.
La verja es abierta. Y Tanis es empujada, junto a los demás,al centro de la arena. El clamor del público hiere sus oídos, y el sol apenas la deja levantar la mirada del suelo. Apenas distingue alguna que otra palabra en el discurso que el Emperador dicta a sus súbditos... salvo su nombre, que sí reconoce entre palabras incomprensibles. Y aguarda... , mientras los hombres son retirados y ella permanece sola en la arena. Le han proporcionado una red y una espada corta.
De otro lado del foso surge una especie de bramido, un rugido de fiera hambrienta... los leones aguardan su comida. El Emperador muestra un fino trozo de gasa blanca... ondea al viento unos segundos... y cae....
Tanis tensa todos los músculos de su cuerpo... otra verja se está abriendo.
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Tanis huye, de nuevo... |
Cronos ha detenido su carro... quizás haya estado viajando con EL durante un tiempo que no sé, no puedo precisar... pero al cabo, despierto sin sentir más que el ardor de mi clavícula, apenas ya una quemazón. Fresca mi frente, libre de la fiebre que estremecía mi cuerpo.
Junto al lecho veo al gladiador. Dormido. Por su aspecto diríase que no se ha movido de mi lado. ¿Cuanto tiempo?... no sé cuánto ha transcurrido. Sólo conozco que ha llegado la hora de partir, aprovechando las renovadas fuerzas.
Apenas seré una sombra de mí cuando cruce esta puerta: El espéculo en el techo me muestra una Tanis que no reconozco: profundas nubes grises en mis ojos... el rostro afilado, sufriente. Me yergo para observarme:
Mi espalda... mis hombros, mis brazos: eran tan fuertes, anchos... Ahora parecen escuálidos, incluso en comparación con la estrecha cintura. ¿Dónde fueron las caderas que apoyaban la espada?... no tendré fuerzas siquiera para soportar el peso de mi carcaj. Pero mi mente está recuperada.
Y mi último recuerdo, antes de subir al carro de Hades, son sus ojos, su mirada... la reconozco, la he visto en otros ojos, en otros rostros... y ahora no puedo enfrentarme a ella.
De nuevo, pues, huiré. Ambos habremos de huir. Roma se cobrará nuestras cabezas, a cualquier precio. Me cubro con una túnica que encuentro cerca del lecho, despacio, con cuidado para no lastimar mis miembros. Y miro por vez última al gladiador... algo se remueve en mi interior, pero no tengo deseos ni tiempo para comprenderlo.
Quizá me juzgue ingrata... mi flecha más veloz quedará junto a él, en recuerdo de la Tanis que conoció en la arena del circo... temo que mi mirada sobre su rostro le alerte desde su sueño.
Atravieso la domus, amortiguando mis pasos, apenas el viento me reconoce en ellos. Y hasta la puerta nadie me percibe, nadie me detiene... En la cuadra una yegua castaña, fuerte, me mira y reconoce. Será la elegida. Ella me ayudará a llegar... No sé cual es mi destino. No me importa.
Tengo que huir... de Roma... de él. Volver quizá al río que me dio mi nombre. Y volver a ser la Amazona. Asesina de hombres... que desaparece entre la niebla de la madrugada.
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El Confesionario |
(Prolegómenos)
Padre, para empezar, me acuso de que hace siglos que no me confieso. No me riña: mejor explíqueme por qué necesito un intermediario que escuche cosas de las que no me siento orgullosa y por qué no pueden perdonarme "directamente".
Otra cosa: que no tengo ni idea de lo que significa "pecado", ni sé cuales son (a pesar de lo que recuerdo del Catecismo) ni de qué magnitud: tan sólo sé que cuando algo no lo hago bien, la conciencia me irrita, y me arrepiento de lo que he hecho para prometerme que no volveré a hacerlo más, y pido perdón si sé que he hecho daño.
Si todo ésto lo sé "directamente", desde mi interior ¿por qué no llega por la misma línea diecta y hay que pasar por esta "burocracia"?.
En fín: no me haga caso Padre, porque si lo piensa bien igual me excomulga.
Lo malo es que hay días que el arrepentimiento no aparece por ninguna parte. Verá vd., Padre:
Es que tengo que apañármelas para desahogar mis problemas, que son como los de todo quisqui, por donde puedo, "a pelo": pero tengo que resolver problemas ajenos... al menos escucharlos y dar mil vueltas sobre ellos, cuando no soy capaz de pensar tanto siquiera en los propios.
Le explico: es que llevo una temporada... que parezco un diván de psico-analista.Y no es que me disguste... es sólo que termino por asumir los problemas ajenos, y que ya tengo bastante con los propios. Y como que digo ¡basta!, antes de somatizar algo por las cosas que le pasan al resto del mundo: ya sé que hay vidas muy desgraciadas, y además solitarias... nada tengo que decir, y me gusta y me alegro de que acudan a mí. Pero qiisiera que no lo descargasen todo sobre mi espalda, como si yo fuera un Bulldozer. Que luego quien tiene la depre soy yo, pensando en Fulanito y en Zutanito.
¿Que soy muy egoísta?. Pues sí: Desde este fín de semana, fíjese:
Que me entero que me presentan a alguien sólo por "sacárselo de encima"... y yo no tengo ningún problema, que a nuestro club le llamábamos "El Camión-Escoba", porque fuimos creciendo a base de "recogernos" después de tiempo y circunstancias. Ese no es el problema:
El problema es que esa persona en cuestión está fuertemente perturbada: y me lo cuentan ahora: ahora que esa persona ya me ha confiado su vida y sus problemas. Ahora que ya piensa en que pasen dos semanas para volver a quedar. Ahora que ya no hay marcha atrás, porque soy incapaz de abandonar a nadie (a menos que me abandone. Cuando las cosas se dejan claras, no hay nada que hacer).
Pues ahora vienen y me cuentan lo que debieron haberme contado desde un principio. Y es que se me queda esa persona absorta, mirando en la lejanía, tan ausente a veces, que no sé si estoy sola. Y como que no sé ni por dónde empezar con ella.
¿Lo ve, Padre?: Me han vuelto a liar. De nada me sierve que un amigo riñera a quien me hizo la presentación y le llamara "jeta" por no haberme diho nada.
El caso es que ya me eché otro problema encima.
Y no me hable de resignación cristiana, por favor. Que bastante tengo con lo mío, por muy egoísta que le parezca y como si tengo que rezar un misal entero de penitencia.
Porque cuando alguien cuenta un problema, lo suelta y carga a quien escucha. Imagino que lo sabe, porque es su profesión ¿verdad, Padre?. Por eso yo los suelto en la máquina.
A ver de qué me sirve, si ando con problemas ajenos como éste a cuestas todo el día. Y claro: no sirvo para pasar olimpicamente. No soy capaz de semejante desprecio.
Bueno... ¿tengo absolución? Porque se me llevan todos los demonios de pensar en los cientos de secretos que me llevo a la tumba desde que cumplí catorce años. Creo que voy a explotar: no me cabe uno más. En serio que ya pesan demasiado.
Junio.
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Sudden (XIII) |
Ha transucrrido más tiempo del prudentemente estimado para seguir el periplo. En pocas jornadas arribaremos a La Tortuga y Lankin (mi nueva y desconocida mano derecha) y yo elaboramos nuestras cartas para la siguiente expedición.
Nos aconsejamos mutuamente sobre inversiones de tierra en el Viejo Continente que nos aseguren una relativamente cómoda vejez... cuando no seamos capaces de mantenernos en pie junto a los costados de siquiera una chalupa.
Por el momento, es claro que aún nos quedan muchas fuerzas que probar y muchos tesoros que hallar (o saquear).
Y es que este corsario está dotado de unos escrúpulos muy "espciales"... de una moral un tanto "sui géneris". Pues ha decidido no compartir más botines con Su Británica Majestad.
Henos comentado hasta la saciedad que la Reina no va a cruzarse de brazos y, probablemente, a estas alturas desde el "rescate" del "Treasure", ya habrán llegado las noticias de la insubordinación a la muy pérfida Albión. Y la cabeza de Lankin, con precio, aparecerá en todos los mástiles y muros.
No sé si hace ver que no le imorta o, efectivamente, le importa un ardite. En cualquier caso, es lo que necesitamos ahora: un Capitán temerario y orate de quien no me fíe ni por un momento. Por variar de situación. Confianza... al diablo.
South
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Mientras el viento frio y los hielos castigan el Viejo Continente, los maleantes de La Toruga contamos nuestro oro al sol.
Supe de Kilmer por marinos de otros mares: de la nueva vida de mi vejo camarada, no lejos de la costa bereber; ocupando sus días en proveer a los mercantes en escala de aquéllo que sólo un viejo marino sabe necesitan.
Alguien de mi absoluta confianza le ha hecho llegar su parte en el bótín bereber que ambos capturamos. Y un mensaje de parabienes de su Capitán y compañero South.
Nada hay como recibir buenas nuevas para pinchar los deseos de vuelta al mar y, a fín de cuentas, estos días psados en La Tortuga no han hecho sino abotargarnos: lo cierto es que no llega un botín para cumplir mis planes.
Como yo, Lankin, se sentía hastiado de la calma en tierra y deseoso de una nueva expedición. Al menos esas eran sus palabras... porque en sus deseos de embarcar me barrunto que algo debía figurar cierta Dama... podía estrangular a Lankin y no lo confesaría ni aún viéndose espectro.
El exitoso regreso del Sudden a "casa" no hizo sino agregar más números a nuestra menguada tripulación: Lankin y yo distribuimos a los aspirantes, tras una escrupulosa criba, entre el Sudden y el Treasure.
En pocas jornadas volvimos a hacernos a la mar, rumbo a...
bien: el horizonte es ancho.
South
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Sudden (XII) |
Dicen que el tiempo trae el reposo. Tanbién dicen que las compañías se conocen en la tempestad.
Hai raggione.
Días de zozobra y velas rasgadas; días de insoportable calma chicha en varado... más moluscos "hospedándose" entre las ropas que en la quilla del Sudden.
En espera de un próximo destino, de un penúltimo escoramiento (que lo habrá) seguiremos bogando, quienes han (hemos) sido probados, heridos y recuperados por el valor y la decisión de una fuerte voluntad... y es que el océano no ofrece escondites ni quitamiedos ni agujeros para avestruces de tierra. Estás en él, a las duras y las maduras... o no estás en absoluto.
Adelante con la singladura, estimada (aunque mermada) tripulación. Adelante Sr. Lankin: "Treasure" y "Sudden Death" viajan juntos.
South
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Sudden (XI) |
.- Lankin: ¿puedo abusar nuevamente de su hospitalidad y permitirme reunir a su tripulación?. Necesito averigüar algo con suma urgencia. Confíe en mí, se lo ruego.
.- Adelante, Capitán South, mi tripulación está a su servicio. ¡TRIPULACION, AL PUENTE!
.- Mil gracias por sus muchas gentilezas, Lankin. Quédese aquí, a mi lado y comenzaremos:
.- ¿Alguno entre vds. ha visto zarpar una chalupa desde el Sudden?
Los tripulantes del Treasure se mitan entre sí, sin saber muy bien a dónde va a conducirles mi pregunta...
.- Sí Señor. Yo he visto una chalupa, Señor-aseguro una de ellos-
.- Bien-y me abro paso hasta llegar al que ha hablado. Dígame: ¿cuántas personas iban a bordo?
.- Una sola, Señor. Me pareció reconocer al Oficial del Sudden, Señor.
Tragar saliva es el mejor recurso cuando se uno se percata de que va a perder la compostura: ayuda a recomponerla y a refrescar ideas y garganta. Cuando la lengua no se ha mutado en un trozo de lija.
.- ¿Se fijó vd. en algo más?. ¿Víveres? ¿Papeles? ¿Rumbo?
Cualquier cosa que recuerde, por inútil o estúpida que le parezca. No se calle nada.
.- No sé, Señor... déjeme hacer memoria. ...............
si llevaba mapas no lo sé... si los había protegido de la sal y el agua bajo su casaca no podría decírselo, porque no podía verlo desde aquí. Víveres.... ví un pequeño barril, del tamaño de los que usamos para transportar el agua dulce... y un saco de tela pequeño... si en él llevaba víveres no creo que le ayuden a sobrevivir mucho tiempo... y no recuerdo nada más, Señor. Nada que me llamara la atención, salvo el hecho de verle bogar lejos del Sudden y del Treasure. Y que remaba en dirección Noroeste... contraria a la que llevamos los dos barcos.
.- Gracias, marinero. Me ha prestado un gran servicio.
.- Lankin: le quedo muy agradecido. He de volver inmediatamente al Sudden: necesito registrar conzienzudamente el camarote de Kilmer. Entre tanto, tomaremos el mismo rumbo que dice su tripulante haberle visto tomar. Si está acertado y nos acompaña la suerte, deberíamos alcanzarle en pocas horas.
.- Entiendo. Pero no le voy a desear que quede con Dios, Hemos hecho un pacto y voy a respetarlo. Recuerde que ahora somos una pequeña flota.
.- Pacto o no pacto, Capitán Lankin: no podrá evitar que le bendiga el resto de mis días por su generosidad.
A mi disposición una chalupa que me regresa al Sudden y comienzo, en solitario, el registro de las pertenencias de Kilmer.
Faltan algunas cartas de navegación... algún instrumento... un compás, una "aguja de marear"...
Y... se ha dejado su astrolabio... tiene el cristal abierto...
Suficiente información. Le encontraré. Aunque ninguno de los dos vuelva a pisar jamás el Sudden.
South
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Un nuevo amanecer va desplazando las sombras de la noche: contemplo (adormilado, con apenas un punto de interés) el lento avance de la luz sobre la oscuridad en el entarimado del Sudden. Con un pie en la ensoñación y otro en la ausencia, me pregunto qué clase de día será el de hoy: quizás sosías de ayer, de mañana... ni aún aquí las cosas parecen cambiar: desde que ordené instalar esta red bajo el bauprés... aún no he conseguido divisar un solo delfín.
Un esfuerzo de voluntad me gira hacia la tripulación, atareada en una febril actividad que no alcanzo a entender... ya no queda nada por hacer hasta regresar a La Tortuga. Nada por hacer que antes no se haya hecho antes: ¿de qué sirve filar un cabo cuando ya ha pasado la tormenta y no mientras se desata?. Y, aún así, todo en este barco son ahora tareas de fortuna. Con cierta mar de fondo y chicha eólica... dónde estará la urgencia...
El no requerido matasanos de a bordo aconseja descanso. ¿Tendrá un remedio que descanse la decepción y fortalezca ilusiones? ¿Poseerá un hechizo que abra los corazones y las mentes y los haga transparentes?. No.
Ni aún puede ofrecer una herramienta de ciar en el Tiempo... pero sí remedios para un mal que no acierta a localizar y aún así diagnostica.
Aceptaré nuevamente la hospitalidad de Lankin y su Treasure. Si permanezco en el Sudden por mucho tiempo, todo la actividad se olvidará y volverán las cosas al principio. Lo sé.
Porque es bueno saber que el Capitán está ahí... para encargarse de jarcias y maniobras y ofrecer una seguridad que sólo se ha de disfrutar... como algo "debido". Pues sólo se aprecia (o denosta)cuando desaparece.... ya que es más fácil exigir que dar si se recibe sin aprecio.
Si el Sudden escora no será por mi causa: no estoy atado al timón.
South
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Sudden (X) |
.- "¡Los de a bordo!"
No me había dado cuenta hasta el grito admonitorio: una chalupa llega desde el Sudden y alguien solicita permiso para subir.
Al cabo se acerca Lankin:
,. "es uno de los tripulantes. Desea hablar con vos. Y parece bastante agitado"
De buena gana hubiera en eseomento botado a Lankin y a cualquiera que caminara a dos patas y fuera capaz de proferir algún sonido... al diablo.
.- "Está bien. Vamos allá"
El marinero, efectivamente, se muestra nervioso y apenas entiendo algo acerca de Kilmer, el de mesana y poco más. Si quiero saber qué ocurre, lo único claro es que he de tomar la chalupa hasta el Sudden.
Acompañado por el marino, llegamos en un par de pagayazos a un Sudden fondeado y extrañamente silencioso.
.- "¿Qué ocurre?", interrogo a quien primero veo asomar desde la borda.
Sin una palabra, alza el brazo y estira un índice en dirección al palo de mesana. Algo parecido a un cuerpo se balancea allí desde el extremo de una soga.
.- ¿Alguien ha subido para averigüar de qué se trata?, interrogo
.- No, Capitán, no es necesario-se me contesta- Es Kilmer. Nadie lo ha visto a bordo desde el mediodía... hace escasos minutos que lo hemos descubierto. Allí arriba.
.- Preparad todas las sogas y jergones que encontréis en el barco. Haced con ellas una pira, un colchón, bajo el palo, arriad la mesana primero. Voy a subir.
Tras una dura subida por las escalas, arribo al fín al puesto del vigía, bajo el cual se anuda el cuerpo. Observo unos momentos, extraigo el kriss de mi bota y corto la soga. El cuerpo se precipita hasta estrellarse conntra el tarimado. Desde esta altura escucho el grito horrorizado que la tripulación, como unsolo hombre profiere... mientras se apartan primero del bulto y luego, cautos, se van acercando a él.
Desciendo con parsimonia... no he llegado hasta aquí para dejar ahora mis días.
.- ¿Y bien?-pregunto a la muda tripulación.
.- Un muñeco... es un muñeco, Capitán.
Un hombre de paja de jergón, con ropas... cofeccionado con la suficiente habilidad como para contar que con el sol de frente y su luz colaborando al espejismo, parezca un hombre.
.- Y ahora: ¿Dónde está Kilmer?
.- Mi Capitán, se lo hemos dicho: desde mediodá nadie sabe de él, or eso dimos por sentado que se trataba de... el muñeco.
.- Luego me enteraré de quién es el responsable de la chanza del muñeco. muy divertida... y él se divertirá aún más cuando tenga que subir hasta el puesto vigía con las manos atadas y el muñeco sobre sus espaldas.
Ahora: ¿habéis registrado TODO el barco?
.- No, Señor. Ya os digo que dábamos por supuesto... no se le veía bien... pasaba horas encerrado en su camarote...
.- ¡Pues por allí tendríais que haber empezado a buscar!-ladro más que observo- ¡Comencemos a barrer todo el barco, desde la cubierta!
South
Ps: Hay dos caras "nuevas" entre la tripulación... debo hablar con ellos en cuanto encontremos a Kilmer, y presentarme debidamente. Uno de ellos parece saber cocinar: se ha llegado a cubierta con un pez entre las mano que parecía a punto para guisar. Nos vendrá bien... pues hemos cocinado siempre por turnos; y por todos los demonios que no sé cómo no nos hemos envenanado hasta ahora con nuestros guisos. El otro ha sido el primero en formar para la búsqueda de Kilmer: me llama la atención su expresión pícara, de arapiezo travieso. Buenos tripulantes, así lo creo... pero ahora ha de aparecer Kilmer.
South
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Camarotes, sentina, bodega, toneles de salazón incluídos, entre maromas, castillo, entre las planchas, costados... de proa a popa, de babor a estribor... ni rastro de Kilmer: una sola anotación en su cuaderno de navegación...
La chalupa que me trajo desde el Treasure. No está.
.- ¿Dónde está la chalupa?
.- Señor... no sabemos, Señor...
.- ¿Me puede explicar alguien cómo es posible que se descienda una chalupa y se haga al mar sin que NADIE a bordo se percate?
.- Señor... pudo haber sucedido mientras os encontrábais en la escala... o después, cuando el incidente del muñeco. Ninguno prestábamos atención a otra cosa... pudo suceder así...
.- Es posible... perfectamente posible... ¿a qué distancia podría hallarse ahora Kilmer del Sudden?. Debo volver al Treasure por si su tripulación hubiese visto algo.
..........................
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Sudden (IX) |
Mis instrumentos y papeles se vienen conmigo, aquí, a bordo del "Treasure" de Lankin: una nueva cubierta, una nuea tripulación, tras los últimos acontecimientos acaecidos en el Sudden. Por mi propia ¿voluntad? ¿decisión?. Aquí continúa el diario de una cubierta bien diferente a aquélla en que se inició.
Primavera, 1700:
Hemos dejado atrás los fríos del Tártaro para adentrarnos en el perímetro del Trópico. Atrás ha quedado la difícil "repatriación" de los "huéspedes" de la nao berberisca hundida por el Sudden; atrás han quedado mis suspicacias respecto a Lankin, de quien sigo sin conocer su filiación y origen ciertos... pero en quien puedo y debo confiar: no por creer saberlo todo de nadie se puede estar seguro de evitar una traición. Probablemente un completo desconocido resulte el más firme de las anclas.
Ahora Kilmer gobierna el Sudden.
Paso las horas imaginando el aspecto de Njord en la proa que no puedo ver desde el Treasure, que ahora sigue como una mascota al Sudden, por gentileza hacia mí de Lankin.
Desearía que Njord pudiese "hablar" y contar las cosas que ha visto desde que, con mis propias manos, restauré el Sudden, hasta la segunda botadura de su existencia. Podría contar que me vió trabajando en solitario, en horas robadas al sueño. Podría contar de mi deseo de verlo hendir de nuevo el mar, solos él y yo. Podría hablar de las manos que acepté agradecido por verle cuanto antes erguido, majestuoso, orgulloso de haber sobrevivido tantas tempestades.
Y podría narrar acerca de mi primer encuentro con Kilmer: de corrientes de simpatía, de secretos mutuamente revelados en confianza de camaradas (incluída mi auténtica naturaleza bajo mis ropas de hombre). De proyectos, de temores y dudas, de futuros a bordo del Sudden y en tierra, una vez reunidos por ambos los capitales suficientes como para embarcarnos sólo por placer, no ya por necesidad. De las introducciones de mi amigo y Oficial en mi estrecho círculo "social" en la Isla y a bordo, entre la tripulación: sabedores por mí de que el Capitán y el Oficial ordenan y disponen maniobras siempre con el mismo rango, con la misma autoridad.
Y la Rueda de la Fortuna vuelve a girar y colocar a cada quien en la posición que caprichosamente decide: por eso me hallo en un barco que no es el mío.
Fue difícil, muy dura, la adopción de las medidas a tomar con los prisineros del barco berberisco: finalmente me hice eco de los deseos de Kilmer y la repatriación se produjo como él estimaba, aunque voto a todos los dioses que menores habrían sido mis problemas si hubiese seguido mi instinto de cerrar escotillas. Bien: hecho fue y bien hecho.
Pero con Lankin entró un polvorín en el Sudden: quizás porque ni Kilmer ni yo fiamos de corsarios... quizás porque Lankin jamás ha revelado sus orígenes que la desconfianza se instaló a bordo. Más aún cuando decidí seguir sus planes para el desembarco y conducirle hasta el Treasure, su nao.
Mucho debatimos Kilmer y yo sobre este personaje, sobre la situación del Sudden, intentando entre ambos encontrar la más adecuada de las soluciones: en unos moments era yo quien me confundía entre planes y Kilmer me asesaba y apaciguaba... en otras ocasiones era yo quien de la misma forma tranquilizaba a Kilmer.
Pero hubo que tomar una decisión. Y a pesar del descontento de la tripulación y del mismo Kilmer, decidí sacar al corsario de la bodega y colaborar con su plan.
Caía la noche sobre el puente cuando Kilmer vino a mí, casi como cada jornada tranquila a bordo del Sudden, y comentamos los sucesos del barco: Kilmer se hallaba intrigado por unas palabras que me escuchó a uno de los tripulantes y quería saber por mí el significado de esas palabras. Lo hablamos y decidió que había que hacer algo: reuniría a la tripulación y les expondría la situación en una arenga que no olvidarían. Me opuse: y, como a él le dije, no porque no confiara de sobras en él, porque no supiera sobradamente que era muy capaz de hacerse entender con mucha mejor fortuna de la que yo jamás habría conseguido... sino porque intuía el resultado... porque yo entendía a la tripulación satisfecha, ahora con el cinturón rebosante de oro y sin visos de tener que arriesgar el pellejo en lo que quedaba de nuestro periplo... buena gana tendrían de prestar sus vidas a un corsario y de colaborar en el rescate de ningún barco de Su Graciosa Majestad. La tripulación entendería en este momento sus razones, jamás las de sus mandos.
Un breve escarceo a bordo llamó en esos momentos mi atención, y allí terminó el intercambio entre Kilmer y yo sobre el tema....
Me olvidé de la conversación durante unas horas, atareado enlos menesteres del barco y poniendo a punto el recuento del botín para su partición entre todos los tripulantes. De modo que me encerre en mi camarote y no supe nada...
de que, efectivamente, Kilmer habia arengado a la tripulación. Cuando salí del camarote, acudieron a mí a expresar su descontento pr las palabras de Klmer, y rápidamente pensé sobre lo que debía hacerse: no sabia lo que Kilmer les había dicho para que se me mostraran tan furiosos, pero decidí que debía apoyarle: qué menos debía hacr no ya el Capitán por su Oficial... otra cosa hubiera sido desautorizarle. Qué otra cosa hubiera hecho un camarada, que antes de nada era como nos considerábamos Kilmer y yo.
De forma que ordené a la tripulación volver a reunirse en el puente. Allí, a ciegas, sin conocer las palabras de Kilmer, salvo pr lo que la tripulación me había contado, les "obsequié" con la arenga más dura que de mí habían oído en todo nuestro periplo: en parte porque entendí mi deber autorizar a Kilmer con mis palabras, en parte porque me molestó la respuesta de la tripulación a sus palabras. Y fuí duro. Y dejé a un lado toda diplomacia, por terminar de una vez con el asunto, hasta el punto de la crueldad.
Lo que siguió después, salvo que me hallo a bordo del Treasure, siguiendo al Sudden, al cual siento como a un extraño... se me escapa.
Sé que la tripulación entiende que mi crueldad fue extrema... y no dejo de darles su puntode razón. Sé por el propio Kilmer que entiende que cometió un error por no haber tomado en consideración mis objeciones a su arenga, por no haberme hecho partícipe de su contenido y haberme impelido a defenderla a ciegas y de forma extrema (me sean perdonados mis pecados en este punto).
Sé que Kilmer ha hablado de nuevo, por separado y conjuntamente, con la tripulación, a unos mostrándoles su tristeza por los acontecimientos, a otros simplemente intentando demostrarles que la arenga estaba justificada.
Y sé lo que él y yo hemos hablado.
Pero cuántos cabos quedaron sueltos sin que yo supiera de ellos por Kilmer: porque de las conversaciones posteriores que él mantuvo con la tripulación quedó algo "claro" para este Capitám al que se dejó al margen: que su Capitán ha sido el único en tomar decisiones, el único responsable desde la primera arenga: aquél que buscaba enfrentarse a la tripulación y que "azuzaba" a su Oficial contra ésta: quien había decidido desentenderse del barco y abandonarlo a su suerte... con las subsiguientes "contraprestaciones": que Kilmer les comunicó: que sí, que el Capitán abandonaba la nave, pero tranquilos: él no seguiría al Capitán... sí... la tripulación estaba en sus derechos reprochando sin oir al primero de a bordo: pero Kilmer estaba con ellos y allá el Capitán con sus decisiones si "no era su deseo escucharles".
Duro... muy duro escuchar las palabras de Kilmer en conversaciones íntimas para luego escuchar otras palabras bien distintas dirigidas a la tripulación y de boca de éstos: no del camarada en quien se deposita toda confianza hasta el punto de apoyarle a ciegas, sin saber siquiera el contenido de una arenga, sólo que se va a lanzar y aún con la expresa oposición.
Pero la tristeza viene después: en palabras distintas para el camarada y la tripulación, por el desconcierto, la perpeljidad, la incredulidad, la impotencia, el dolor, la sensación de enorme pérdida, ya grande de por sí cuando quien ama una nave como yo al Sudden puede entenderlo. El dolor es infinitamente más grande después: porque si algo no tiene consuelo es el sentimiento de haber perdido un camarada.
Desde la cubierta del Treasure sigo intentando comprender y me esfuerzo en sonreir ante el cariñoso cosuelo de algunos tripulantes que vienen a mí con sus cálidas sonrisas y sus consejos "sólo necesita un descanso, Capitán". Pero ellos no pueden entenderlo... porque yo no puedo explicarles.
No he renunciado al timón ni al mando del Sudden. Y si el dolor fue tan grande como para hacerme pensar que jamás volvería a pisar la cubierta del Sudden, ahora el orgullo es aún mayor. Yo restauré el Sudden; yo dejé la piel de mis manos en su botadura; yo confié y dispuse y lo hice navegar; yo me desvelé ppor la tripulación, aunque sólo uno o ninguno así lo entienda; yo me miro las manos y las veo encallecidas pr un esfuerzo que quizás sólo a mi me mereciera la pena. Pero jamás me arrepentiré de este esfuerzo, y menos aún de haber confiado en Kilmer, ahora al mando, y espero que por mucho tiempo.
Pero algún día volverá el Sudden a sentir mimano sobre su esquife. Algún día volverá Njord a mostrar esa sonrisa que solo yo soy capaz de adivinarle entre sus labios de bronce. Porque el Sudden Death es mi obra, es mi sueño.
¿Quién dijo que un Capitán debía ser entendido?... en los mares sólo ha de ser obedecido y acatado. Aunque este Capitán no haya ordenado ni siquiera dispuesto y por eso se halle fuera de su barco en estos momentos, ni aún escuchado. ¿Quién dijo que el Capitán "ordenaba" al Oficial?. Serñam las leyes de otros barcos, de otros mares. Quizás porque este Capitán se aliaba, confiaba y estimaba camarada de su Oficial sea que este Capitán se halla fuera de su nado.
Así sea.
South
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Sudden (VIII) |
Bien. Es el momento de volver a "casa" y desembarcar el oro y los esclavos. No sé a dónde pertenecen ni si hay familias esperándoles o llorando sus muertes. No puedo ir uno por uno indagando sus procedencias y dejándoles en sus muelles nativos: el Sudden no es un barco de pasajeros.
Pero Kilmer está preocupado por el "cargamento" humano, lo sé:
.- Veamos, Kilmer. ¿Qué propone que hagamos con esta gente?. Yo votaría por dejarles en cuanto toquemos tierra.
.- Señor- asiente Kilmer- sé que es imposible dejarles a todos en sus puntos de origen. Pero... no puedo dejar de pensar que, si mi caso fuera, mi familia me perdería para siempre. Y no tengo nada que proponer.
.- ¿Puedo atreverme a proponer un remedio?- se oye a nuestras espaldas
.- Ya que sois tan osado como para entrometeros en una conversación privada, osad de nuevo: decid- contesto a un personaje demasiado atildado para parecer un esclavo- Y comenzad por explicar quién sois vos.
.- Por el final, si gustáis- comienza el "esclavo"- Soy Milord Lankin
............
Las carcajadas proferidas por Kilmer y por mí de seguro contagiaron al mismísimo Njord.
.- Señor- pude proferir entre carcajada y carcajada- seguramente un madero del barco berberisco os ha caído en la testa y afectado el juicio, jajajjajajajajajajjj
.- Si vois sois simplemente- asegura con una mueca burlona- "Capitán South", yo simplemente soy Milord Lankin". Podéis pensar y creer que la famosa balada me fue tomada dedicada. Podéis tomarlo o dejarlo.
.- Está bien "Lankin", jajajajaja. Lo tomamos, ¿verdad Kilmer?, jajajajjajajaja.
Bien: No tengo ganas sino de deshacerme del problema y el peso que supone esta gente. ¿Qué decís?
.- Que podemos desembarcarles en Portobello. Casi todos provenimos de la costa de Baltimore y desde Portobello será fácil reunirlos con sus familias.
.- Ni lo sueñe-le aseguro- Ganas me dan de arrojarle por la borda pues es seguro que ha perdido el juicio en la lid. ¿Cree que soy tan estúpido como para poner mi barco, nuestras pesonas y nuestro oro en manos de los esbirros de Su Majestad?.
Kilmer: De orden de que lo arrojen por la borda. Es corsario.
Kilmer da la orden y varios de mis hombres se arrojan sobre Lankin para sujetarle y arrastrarle hasta el costado del Sudden.
.- ¡Espere Capitán! ¡Sí!, ¡soy corsario! ¡Precisamente por eso puedo ayudarles en Portobello!
.- Amigo mío-le contesto. no veo qué ayuda puede prestarnos cuando vamos a La Tortuga a desembarcar la carga y no se nos ha perdido nada en Pprtobello. ¡MANIATADLE Y DEJADLE EN LA BODEGA!
Nada hay en este mundo que aborrezca más que un corsario. Ya pensaré en otro momento qué hacer con él. Y el resto de los "esclavos"
¡Rumbo a La Tortuga!
South
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Yo mismo he llevado el almuerzo para "Lankin". Debe resultarle duro a un corsario se privado de movimientos y libertad por dos veces en una misma jornada... para cualquiera...
Necesitaba conocer si en verdad me creia tan estúpido como para meterne en la boca del lobo, Quizás necesitaba hablar con él para saber hasta qué punto podía parecer yo estúpido al mundo, al margen del corsario.
Pero quizás me equivocara. Porque, en verdad, Lankin tenía si no un plan, al menos disposición... y un barco que unir: el "Treasure".
Después de todo conseguimos una conversación entre "gentlemen" y una slución al problema de los "esclavos" a bordo del Sudden. Pecaré de ingénuo, pero hemos acordado desembarcarlos en Baltimore, conseguir un barco escolta allí mismo (para un corsario no será difícil) y regresar a La Tortuga a descargar. Portobello se halla a dos pasos y Lankin podrá hacerse con su barco, regresar a Isla Tortuga y... ya veremos.
No puedo creerme que le haya soltado los grillets a un corsario. No puedo creer que vaya a asociarme con un corsario... un águila y un halcón... es algo anti-natura.
Kilmer me mira como se debe mirar a un loco... y debo estarlo... pero no deseo siquiera explicarme a mí mismo mis intuiciones.
Pasaré la noche en el puente de mando. Haciéndonos compañía Njord y yo.
South
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Sudden (VII) |
Las costas de Madagascar deben ser la idea que los dioses tuvieron alguna vez del Paraíso: reposo para el cuerpo y el espíritu... madera, caña de azúcar, café, algodón... y armas.
Y no las trajeron los portugueses, ávidos de botines de oro, especias o marfil que no hallaron por ningún rincón de la isla: Franceses, holandeses y demás europeos aficionados a colonizar, han terminado por atraer a los traficantes.
Maldita sea... no se puede recorrer un metro de playa sin encontrar un polvorín en descarga y chalanes voceando sus armas, como si de pescado de rula se tratase...
Una vez cargado el Sudden de provisiones, paseo por la línea de la playa en compañía de Kilmer. Una escaramuza atrae nuestra atención: ignoramos el origen, pero no se engañan nuestros ojos al apreciar una manada de no menos diez energúmenos empleando a fondo los puños contra dos hombres.
Observamos unos minutos el espectáculo hasta concluir que la pelea es bastante desigual. Y allá vamos.
Dada la superioridad numérica, y que los vándalos parecen estar animados por algún tipo de artilugio mecánico que les impide detenerse y explicarse, Kilmer y yo optamos por dejar la cortesía a un lado y hacer uso de mi kriss y su pistolón. Un par de tajos y dos balas al aire después, se nos había hecho espacio para respirar. Antes de que los traficantes tuvieran tiempo para sacar las armas de sus cajas, volamos hacia lo chalupa y les dejamos nuestros mejores deseos para el monarca betsileo.
Dos nuevos tripulantes para el Sudden (ya que parece no están dispuestos a regresar a la isla). Quizás ahora Njord tenga a bien poner en nuestro camino un galeón corsario: es hora de comprobar qué tal le sienta el color dorado a las bodegas del Sudden.
South
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Nos hallamos bordeando la costa de Túnez cuando el vigía deja los pulmones al grito de "¡¡NAO!! ¡¡NAO!!.
Kilmer y yo salimos disparados hacia la proa y poco menos que entrando en lid por el uso del catalejo. Un sólo vistazo me hace saber a qué nos enfrentamos:
.- ¿Qué le parece, Kilmer?, indago, mientras le paso el catalejo.
.- Huuuuuuuuum... Señor: parece una nave holandesa. ¿Abordaremos?
.- Fíjese bien Kilmer: Mire la distribución de los cañones, el velamen, la estructura. Fíjese bien y dígame si sigue pensando que son holandeses: obvíe el pabellón.
.- Cierto, Señor... puede ser un pabellón de conveniencia. He visto antes esas naves y no en Europa. Pero no termino de recordar...
.- Bien Kilmer: los cañones no están distribuídos a la manera europea, pues están agrupados en dos bandas y separadas por unos treinta metros una de otra. Mire las velas... eso devería decirle algo: NO SON CUADRADAS, sino triangulares. Y la misma nave parece más una piragüa que un galeón de los que vd. a costumbra a ver.
.- Kilmer: Son "mouros", piratas de Berbería, y navegamos en "su casa". Francamente, prefería haberme topado con corsarios.
.- Buena papeleta, Señor. ¿Ordeno cambiar el rumbo?
.- Déjame pensar, Kilmer: éstos vuelven de regreso... pueden haber estado en las costas inglesas de Devon o Baltimore... las más fáciles por desprotegidas. Quizá traigan la sentina cargada de oro: hace tiempo oí una leyenda acerca de la "fuente del oro" de Marocco... no deja de ser una leyenda, pero que supongo basada en las rapiñas de los turcos.
Probablemente lleguen también cargados de esclavos europeos para los mercados de la capital.
,. Huuuuuuum: va a ser una lucha difícil, pero si nos hacemos con parte de su oro y, quizás, alguno de sus esclavos para nuestra tripulacion... ¿Qué me decís, Kilmer?
.- Señor: lo cierto es que la tripulación arde en deseos de lucha, pero dudo que quiera medirse contra la fama de esos turcos. Pero no hemos topado con otra nave en todo el periplo. Si dáis las órdenes os secundo.
.- Bien, Kilmer. Es hora de averigüar si luchan tan bien como se quejan y cotorrean.
Vamos allá, pero no al aordaje... no quiero más pérdidas. Confiaremos en el espolón de proa y yo personalmente me encargaré.
.- ¡A la orden, Señor!.
...
Kilmer alerta a la tripilación y una especie de fiebre se desata por todo el barco. Puedo oler el miedo de los hombres: "mouros"... que venden hombres, mujeres y niños, a los que les cortan las orejas y les hacen comoérselas. Leyendas... pero suficientemente cercanas a la realidad como para temer.
"Tenemos que permanecer fuera del alcance de sus cañones, responder con los nuestros fiando hacer un blanco importante y maniobrar rápido y cerca para partr la nave con el espolón.... difícil... tremendamente difícil..."
.- ¡Kilmer!, ¡disponga a los hombres a los cañones!- ordeno- ¡Ordene arriar la bandera! ¡y no quiero ver a nadie en cubierta!
"El castillo de proa del Sudden no es tan impresionante como los de otros galeones... sin un alma en cubierta y la bandera arriada, quizá se nos vea "pacíficos"... como carneros prestos al degüello. Ellos llegan cargados, probablemente con mucho exceso de carga, para maniobrar con agilidad. Si dudan una sola décima de segundo en cañonearnos, puede que tengamos una oportunidad. El Sudden va ligero de carga y estamos en ventaja.
Procurando dar más la impresión de "barco-fantasma" al pairo que de otra cosa, nos acercamos lenta pero sin dilación, confiando en el poder de "persuasión" de nuestro espectral Njord.
Y, en efecto: la suerte se pone de nuestro lado... pues se acerca confiada y pesadamente el berberisco...
Ya al alcance de mi visión los manejos tras los cañones, prestos a soltar su carga a la señal... pero no tanto como para poder vislumbrar entre la niebla (¡bendita sea!) nuestro espolón.
Antes de dar oportunidad alguna, ordeno disparar los cañones, que hacen un blanco tan perfecto como increíble entre los ojos de su artillería. Entre el humo y la niebla escuchamos los gritos y la confusión, así como el ruido de cuerpos precipitándose el mar. Antes de que puedan reaccionar y hacer buen blanco con los cañones que les quedan, nos acercamos con toda la velocidad que nos permite el viento en las velas y contemplo el miedo en los ojos de quienes aguardan en cubierta el embate de nuestro espolón... ahora sí les llega su brillo broncíneo.
Intentan manejar el barco fuera del alcance de nuestra proa... en vano... pues el peso humano y, acaso, aurífero de su carga les impide la maniobra de evasión...
En los cinco segundos más largos de mi vida, luchando por acertar en la maniobra, hago que el espolón del Sudden y el mismo Njord, su última visión, destroce la "piragüa" berberisca.
Grito orden de cerrar escotillas y cualquier hueco por donde pueda trepar al abordaje cualquier superviviente del mar, y nos lanzamos a la destrozada cubierta del enemigo.
Mis hombres tienen oportunidad de medirse con los berberiscos que quedan en pie, tan aostumbrados éstos a "mostrar" unos pocos hombres mientras el resto permanece listo al abordaje, agazapados y ocultos entre el maderámen... hoy las tornas les han cambiado...
Terminamos de "limpiar" el barco, recorriendo camarotes y abriendo sentinas. Liberamos a los esclavos supervivientes y apilamos todo el oro que somos capaces de cargar en nuestros bolsillos, botas, sombreros, camisas, cinturones... y ants de que el barco se duerma por siempre con Neptuno, cargamos un barril con todas las especias y objetos de valor que podemos apresar.
En el Sudden apenas ha habido lucha: los pocos "náugragos" que han logrado izarse con un kriss entre los sientes, se las han visto con Kilmer y su retén.
Ya era tiempo de que Njord nos llevara a buenas empresas.
South
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Sudden (VI) |
Manatíes... no.
No es leyenda, sino terrible realidad. Yo las he visto: sirenas. Monstruos de encantadora apariencia, que alivian su soledad poblando de cadávers el fondo de los mares. Atrapados entre sus niveos abrazos.
La niebla se arrojó sobre el Sudden en menos tiempo del que se tarda en contarlo: desaparecidos los puntos cardinales, la posición, el mar, el cielo... y el golpeteo del ancla indicando la presencia de montes submarinos. De repente.
El temor a desaparecer en un mar de nadie comenzó a propagar la histeria entre la tripulación... ni un sonido en esa falsa y ominosa calma. En un instante, "algo" que no se parecía al bendito rumor de las olas: unas notas esparcidas por el viento que nacía ¿el mismo viento?. Más cercanos, dirigiendo un barco sin posible gobierno, las notas se convierten en canto... agudo, quizás de animal herido. Y allí estaban: con sus brazos extendidos, tendiendo sus manos al costado del Sudden: pareciendo suplicar algo.
Escamas brillantes de pez, tinte verdoso de busto y largos cabellos poblados de algas y corales. Alguien gritó: "¡¡Sirenas!!"...
No puedo creerlo, es una alucinación... las sirenas no existen sino en la memoria extraviada de unos pocos románticos. Y recordé a uno de mis antigüos compañeros del "primer" Sudden, gritando por la borda "¡¡DOLPHIN, DOLPHIN!!"
Eso es... la niebla todo lo distorsiona. Son delfines...
La insistencia y "exigencia" del canto (o lo que quiera que fuese aquéllo) aumentó hasta el punto de necesitar algo para cerrar mis tímpanos, a punto de estallar.
Volví la mirada hacia atrás para ver cómo mis hombres, en estado semi-catatónico se disponían a arrojarse al mar, uno tras otro... aún no sé de dónde saqué las fuerzas para reducirlos a todos bajo una gigantesca nasa y encerrarlos tras nudos y nudos de maroma. De su ensueño parecían despertar con toda la furia de la que eran apaces para soltarse y seguir su camino hacia las hijas de Neptuno... o del Infierno.
Creí estar en soledad en lo más profundo del mundo de Eris... nada de lo que había escuchado sobre el Tártaro podía prepararme para ésto.
Las sirenas redoblaban sus gemidos y se arrojaban con la espuma casi por completo fuera del agua sus torsos. Las manos tendidas en una petición que no entendí... bastante tenía con atarme al timón e intentar manibrar la nao por entre los colmillos de roca que amenazaban con hundirnos.
Supliqué en silencio a Njord, a todos los dioses que conocía, que guiaran mi mano sobre el timón y nos sacaran de allí.
Un golpe de viento trajo una ola que, desde mi posición, veía crecer y crecer, como si quiesiera engullirnos sin desperdiciar un hueso, una astilla: unas fauces gigantescas, hambrientas... cerré los ojos...
... y los abrí para descubrir que la nave seguía en perfecta horizontalidad y nosotros, vivos. Pero la iracunda saliva de la ola me trajo algo más... un rostro de mujer unido a unas aletas de pez: un rostro bañado en la sal de mar y lágrimas... dulce... imposible de resistir para quien no haya visto antes un rostro así, para quien no haya sentido lo mismo que esos ojos agua-marina escondían: tiernos, suplicantes, dulces, con fulgores de estrella... la aparición extendió sus manos frente a mi rostro, como intentando sostener mis mejillas. Algo dentro de mí sintió una infinita repugnancia que venció a la compasión inspirada por sus ojos.... y, de un manotazo, rechacé sus dedos.
El brillo astral dio paso a destellos de ira, y el ser que escondía salió a la luz entre rugidos de bestia despechada, colmillos de sable y garras de arpía que intentaban asir mi cuello. Alcé el kriss y abrí un profundo tajo en aquélla blanca garganta...
Por encima de la herida el rostro mudó de nuevo: incredulidad, tristeza... y una sonrisa de melancólico abandono... antes de desaparecer en el mar.
Desaparecieron las sirenas, sus cantos... y el cielo volvió a abrirse paso entre la niebla... como si jamás hubiera sucedido.
Me desaté del timón y me dispuse a liberar a mi tripulación... aún somnolientos y desconcertados: no recordaban lo que había pasado... tan sólo una vaga sensación de terror...
South
[+/-] |
Sudden (V) |
"¿Hacia dónde vas?"...
Mientras guarde la esperanza de un botín y la panza llena, cualquier tripulación jamás osará siquiera hacerse aquélla pregunta.
Pero ya llevábamos nueve jornadas sin el más leve avistamiento: agua, gaviotas, calma chicha y el más mortal de los tedios. Hasta Njord se me figuraba hastiado.
Que el Capitán pase el día en proa, con la mirada perdida en sus pensamientos y la noche en el mismo puesto y estado, atrapando estrellas con los ojos, no ha de ser señal sino de un romanticismo sospechoso y pernicioso para rudos marineros a los que ni en el potro de tortura podría convencerse de que hay "vida" en sus cerebros.
Ese fue el germen del primer motín.
Llevaba un par de días siendo acuciado por el el señor Kilmer, el primer oficial: "Señor: la tripulación está en ascuas... hace días que salimos del Archipiélago y no henos encontrado una sola nao, tierra o algo más excitante que una gaviota"
Con manifiesto fastidio respondí:
.- "¿Pensáis que es culpa del rumbo, de la estación, del cielo, del Capitán...?. "Bien: ordenad asegurar las velas a su palos y baldear la cubierta. En un barco siempre hay trabajo por hacer".
.- "Pero Señor...", quiso insistir el Oficial, "¿acaso no os dais cuenta de que la inactividad fomenta los motines?
.- "¡Señor Kilmer!. Por mí pueden jugarse a los dados su parte de los botines que hayamos de topar. No pediré paciencia, pero tampoco toleraré gimoteos absurdos.
Idos.
Lo cierto es que, entonces, bordeábamos el vórtice superior de la costa africana y pensaba recalar allí para hacer provisiones y "ventilar" a la tripulación. Pero algo me dijo que algunos entre ellos debían pensar que navegaríamos hasta el Infierno sin parada ni fonda ni, por supuesto, botín.
Por Kilmer me enteré de que alguien entre la tripulación había hecho correr el rumor de que el Capitán estaba loco, el Sudden maldito y el mismísimo Njord un sicario de a saber qué fuerzas demoníacas.
Las carcajadas por mí proferidas debieron llegar al Olimpo... e hice mal.
Dos noches después, de regreso a mi camarote, escuché un gemido ahogado procedente del castillo: Kilmer medio inconsciente. Y supuse lo que iba a suceder.
Fuera casaca y cintos; alfanje y kriss en cada mano acompañando a mi sombra deslizándose entre las sombras del Sudden...
South
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Camuflado entre cabos, grasa y toneles, atento al más leve murmullo distinto del chapoteo del agua bajo el casco, crucé la cubierta de popa a proa, sin encontrar más allá de una cabeza de pescado... silencio en la sentina, silencio en cubierta... decidí que debían estar esperando en mi camarote. Más les habría valido arrojarme al mar de un empujon en cuanto tuvieron oportunidad. Pero imagino que la codicia les llevaría a esquilmar sin dilación el camarote del Capitán...
Prendiendo yesca a unas hojas de tabaco, esperé que humearan bien antes de introducirlas bajo la puerta de mi camarote. En efecto, escasos instantes después, salian los amotinados huyendo como ratas del "fuego": en la misma entrada les esperaba la red bien dispuesta a caer sobre ellos y el charco de sebo. Aquél que pudo escapar a la red, se vio de bruces contra la tarima y el arma resbalando hasta el costado de la nave.
Con la ayuda de Kilmer y cuatro tripulantes (ninguneados por sus compañeros amotinados), oportunamente reanimados del sueño del aguardiente por los gritos de los demás, conseguimos terminar de reducirlos.
La decisión había de ser rápida, no podía permitirme vacilar a la vista de las expresiones de los amotinados:
.- "Bien, bien", "¿qué tenemos aquí?: ¡Atunes!".
"¡Kilmer!: ¿diríais que hemos de devolverlos al mar?... no parecen en buen estado y podríamos tener diarrea a bordo por su causa...
Probablemente, a estas alturas del discurso, debieron figurarse que los pasaría por la plancha. Y esa fue mi primera intención.
No... si querían "oportunidades", que las buscaran por sí mismos. De modo que ordené arriar uno de los botes y lanzar dentro, a punta de kriss, a los amotinados. Bien: tres hombres en una barca seguro serían capaces de arreglárselas solos.
De esa forma conjuró el Sudden su primer motín. Si el agua potable que tuve la "deliadeza" de ofrecerles les mantuvo con vida hasta llegar a tierra, ya no es mi problema. Es la ley del mar.
South
[+/-] |
Sudden (IV) |
No es posible hacerse a la mar sin provisiones; y a marchas forzadas rebusco los rincones de la isla, los bolsillos de los traficantes... cualquier cosa que pueda servirme de mínimo para zarpar. Los barriles de sal y el alimento en salazón ocupan ya la sentina y mi camarote está dispuesto con todos los instrumentos de navegación que he podido recoger aquí y allá. Ya ondea la jolie rouge y Njord ocupa su lugar de cara al horizonte.
La tripulación está preparada: hay quizás dos en el grupo que no me causan buen presagio, pero habré de esperar, ver y resolver. Mi primer oficial es hombre de palabra, y eso basta, por el momento.
Mi única posesión, con un alfanje, cuelga ahora de mi cuello: dos ángeles pendientes de los extremos de una cruz dorada, alfa y omega.
Ni un minuto más esta luna que siempre parece igual sobre los contornos inmutables de la isla. Ni un minuto más este desvarío que pretende un afecto constante, un abrazo que lo funde todo en la noche... menos a este pirata "asexuado" y sin identidad.
El Sudden Death ya ha sido botado y su alma, que la tiene, espera más impaciente que la mía la leva del ancla. Al amanecer partiremos sin rumbo cierto. Pretendo extraviarme.
South
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Cinco jornadas de viaje desde que levamos el ancla en el fondeadero del archipiélago...
El océano es inmenso y la suerte no siempre trae los vientos propicios , los avistamientos precisos.
Calma chicha. Navegando siempre rumbo al nordeste, pronto encontraremos algún galeón español (probablemente desarbolado por los esbirros de su Británica Majestad), cuando no una galera de mi proyecto de presa: corsarios, la escoria de los mares... cargadas las sentinas hasta el punto de, seguro, tener que hacer sitio a la rapiña entre el escaso espacio que medie entre los galeotes encadenados a los bancos, a los remos.
Espero sorprenderlos de vuelta a su isla, cargados de tesoros, que pasarán a otras manos: las mías.
Es una noche de bruma, sin luna ni estrellas. Y es tan ominosa la negrura como el calor que me impele a subir a proa y escrutar el mar desde el occipital de Njord. Miro sin ver, seguro de que el vigía está haciendo compañía a Morfeo en el Olimpo o donde quiera que se halle. No tengo ningún deseo de comprobar si la tripulación de guardia se halla en sus puestos... esta noche, no...
Esta noche, a falta de un presente tan sólido como el Sudden, recuerdo de dónde vengo, por qué estoy aquí. Repaso deslealtades, mentiras, para proponerme arrojarlas por la plancha para siempre; y decirme que nunca volveré a ser presa... no, al menos, fácil:
Recuerdo esos bailes de salón: las golas europeas, el afectamiento de las lenguas y el cruzar de dedos en sus mentes: todo consiste en no perder el ritmo, el paso, la armonía de la danza, porque el espectáculo debe continuar, y son muchos los que observan y anotan.
Recuerdo promesas de amor rendido, desmayado, de amor cobarde fueron, ni tan siquiera amor. Tan sólo puñales escondidos bajo el encaje y espectáculo para la bienpensante sociedad del "pobre caballero" que sufre de mal de amor: recuerdo haber consolado, animado, erguido, en los malos tiempos... cuando llegaron los buenos no tuve noticia, no tuve derecho a compartirlos: y entonces se abrió en mí la conciencia del "uso", de haber sido manipulado, usado y olvidado (olvido yo también que en aquél entonces mi camisa era corsé: la ira,la amargura, hacen "hombres")
Ants de decir adiós a este mundo de oropeles de latón, de barnices rascados y hallados podridos debajo del brillo. quise intentarlo una vez más... no sólo obtuve nuevas mentiras, sino que las culpas contra mí volviera... tanta hipocresía... Cansado de batirme en duelo con las palabras que no dan agua a quien se empeña en vivir el desierto, cansado de esperar una sola verdad, un primer y único acto de valentía del cobarde, del siempre asustado de dar alguna vez afecto ya que siempre lo toma... pedí la paz y y nuevamente se me negó. Entonces, con corpiño y enaguas, ahora, con sólo mudar de atuendo, soy más hombre que tú.
Tan alejadas del Mundo y del mundo estas Islas del Olvido, Islas de los Condenados, Islas de los Proscritos, Omitidos y Miserables, Islas de los Mártires de la Mentira... detrás queda la "civilización".
Y allí queda el muy "civilizado" y gélido Paris: sepultado en el Mar del Olvido y del Desapego que para sí mismo creó e hizo crecer. Acompáñese de lethos y argos por siempre: quizás Languidez escuche sin replicar sus excusas y Olvido soporte impertérrito sus milperdones sin arrepentimiento ni enmienda.
Madruga hoy el amanecer...
South
[+/-] |
Sudden (III) |
Lo inesperado, increíble: la quimera hecha realidad.
El "Sudden Death" ha arribado a isla Tortuga:
Una noche tranquila, sin apenas viento ni luna o un surco en el mar. Prácticamente a oscuras, intentaba adiestrarme en el último artilugio traído por los traficantes, por si un día necesitara guiarme por algo que no sean las constelaciones o las gaviotas. Y allí estaba: acercándose con paso de borracho... tambaleándose el velamen en los palos como si la brisa de la costa asfixiara esas pobres imitaciones de bronquiolos. Agonizante, agotado, embarrancó a seis mangas de mi posición y lo reconocí, a pesar de su lastimoso estado, aún antes de leer su nombre: el "Sudden Death".
Un destello de prudencia paralizó la excitación, el ansia, de abrazar con mis ridículos miembros su gigantesco casco tan amado. Y aguardé... con el sonido de la noche, y el arrastrar en torno de mis pies... escuchando, midiendo los cambios en el silencio de la mole de madera, oscura como el agua denajo de ella... nada...
Por fín osé izarme y atravesar con cautela el puente: sin separar la mano del cinto, observé las velas desgarradas, la mesana destrozada, el timón a la deriva, el castillo de proa prácticamente despedazado, la tarima explotada en cien puñales de madera...el caos... ¿qué ha sucedido a bordo?... no hay cabos, el ancla ha desaparecido. no hay señas de la tripulación...
Terminé de recorrer la nao de babor a estribor sin encontrar un alma ni rastros de que alguna vez allí hubieran habitado. Sin signos de violencia aparente, el más grave daño está en el carenado: posiblemente mordido por un arrecife: una tormenta... ha desarbolado el barco y expulsado por la borda a sus tripulantes, seguramente...
Me deslizo hacia la arena y aguardo, para reclamar mi presa. Repararé, cueste lo que cueste, el "Sudden Death", mi barco.
South
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La más grande dificultad ha estado no ya en reclamar la posesión de la nao, sino en encontrar la ayuda necesaria para hacer de ella algo "parecido" a lo que fue:
La mujeres de la colonia han prestado sus agujas y veloces dedos para recomponer el velamen. Las islas del triángulo han aportado la madera para el puente, la tarima, el casco, los palos, el timón... libras y libras de la preiada materia. He contado con la ayuda de alguno de los más expertos en carenado para recomponer los horadados del casco... y dos docenas de brazos han colaborado en la entera restauración: el Sudden Death es en la actualidad lo más parecido a lo que guardaba en mi memoria.
He optado, puesto que casi se habia volado por entero, por desechar el castillo de proa y reconstruir el de popa: para los fines que pretendo bien estará el contar con un "baluarte" para la guerra y el abordaje en algún extremo de la nave. Algo de ligereza terminará por restarle, pero los barcos de los corsarios son doblemente pesados y hay que tener en cuenta el peso humano añadido a las galeras que aún se estilan por estos mares.
El antigüo Sudden Death carecía de mascarón de proa: siempre pensé que esa carencia le traería la desgracia. Ahora le guiará la imagen de Njord, el dios nórdico de los vientos, capaz de calmar la furia del mar; fortuna de los navegantes. Hace tiempo guardé en mi memoria una imagen que un viejo marinero de los Fiordos me mostró y con mejor voluntad que arte y técnica he comenzado a tallarla.
Ahora mis preocupaciones diran en torno a la enseña... pirata, por supuesto: probablemente izaré una jolie rouge con dos alfanjes cruzados. Evidentemete, su función es atemorizar y advertir... pero también deseo que se haga reconocer en todo el mar.
Y mi tripulación. No me hago ilusiones de embarcar compañeros de travesía o socios de botín, ni aún marineros leales... pero quienes suban a bordo sabrán que sólo hay un capitán y que las órdenes son inapelables. La tabla ya está dispuesta para pasar por ella a quien intente el más pequeño conato de amotinamiento. El primero que vaya a hacerle compañía a los peces hará saber al resto que no tolero esas bromas a bordo.
Habré de buscar un buen oficial... sólo necesito lealtad. Y fundir para balas de cañón. Los costados habrán de mostrar algún indicio de fuerza.
South
[+/-] |
Sudden (II) |
Podría ser esta isla el único lugar sobre a tierra en el que la única regla es la ausencia de reglas: nada es de nadie y todo es de todos, de forma que no hay atropello sin justificación. El agua, la comida, el botín, las mujeres... todo lo comparte esta Cofradía que desconoce el termino "posesión".
Tan distinto de otros códigos, tan reglados y encorsetados: siempre abiertos al vacío y a la libre interpretación para saltar la norma.
Aquí no se entiende el posesivo del hombre o la mujer soberbios, como no se entiende la quimera sin el mínimo indicio, por muy errabundo que resulte. Vivimos de realidades, el día a día.
Y somos libres. La extorsión termina ahogándose en la misma costa. El chantaje se asfixia en su propia sangre. Y el engaño se paga con el ostracismo.
En otro lugar tendría siempre la sensación de ser un "fenómeno" de xenoglosia... no hay nada ni nadie para mí fuera de la Isla.
South
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Duerme la mitad de la isla. Sueña la otra mitad en nuevos botines, presas nunca capturadas, peces abisales y cielos que nunca conocieron una tormenta.
Sueño con esta mitad acerca de todas esas quimeras... y en mi "bebé" no nacido: mi nao, mi barco. Mi galeón de setenta mangas y su ligereza, desprovisto de castillos de proa o popa. Sueño en los cañones, la amplitud de su bodega, jarcias, cangrejas, velámen...
Sueño con vivir en todos los mares lo que aquí vivo:
Apátridas sin rey; malditos y marginados que nada interesan al mundo. Pero lejos del rencor de quien miente al insistir y no dejar de recordar urbi et orbe que no lo siente. Lejos de fábulas que no figuran en los mapas; millas alejados de los que no pudieron conseguir y rumian su despecho: de quienes no quieren ser libres por no desatar sus manos.
En tierra o sobre cubierta, nos pertenecemos. Libres.
South
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