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06 abril, 2007

Uno + Uno


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Atardecía en la playa y los niños salían de sus neoprenos... como cangrejitos ermitaños de sus conchas.

Salía él, por último, a la rena... y se desesperaba por arrancarse rápido la humedad gomosa del traje. Yo le ayudaba a remangarlo desde la cintura hasta los pies y sacarlo. Debajo, el bañador. Y toneladas de arena.

.- "Vamos al agua... hay que quitar la sal del neopreno y la arena del cuerpo".

Y caminamos, adentrándonos, en un mar verde y templado, quieto como un tronco de seta...

Le perdí de vista y, mientas le buscaba, me descubrí entre las manos mi neceser de viaje-Pensé que se estropearía el contenido si una ola lo alcanzaba-.
Entonces, le ví llegar hasta mí... como si caminara sobre el agua. Iba detrás el dueño del yate; y creí que habían salido juntos a alta mar... me extrañó: nunca le había llevado consigo: "Bien... nunca es tarde!", pensé.

Pero él salía disgustado... no sonreía y apenas hablaba. Atravesamos las aguas hasta la orilla, en silencio. Yo me volvía de vez en cuando para verle seguirme; y me dí cuenta de que alguna ola comenzaba a nacer. Eran olas divertidas, nada agresivas; juguetonas, nada iracundas. Y llegaban a intervalos muy espaciados. Aún así, una de ellas nos cubrió (sin fuerza) y me dí cuenta dfe que el neceser que sostenía debía haberse mojado: estaba abierto... "ojalá no se estropee nada... no sé..."

Llegábamos ya a la arena cuando advertí en el fondo unas formas oscuras:

.- ¿Te has fijado en eso?. le comenté-

.- ¿Dónde?. No veo nada...

.- Ahí... en el fondo... -le señalé con el índice-

Era un perro... echado, quieto, sobre la arena del fondo, cubierto de agua hasta un palmo por encima de su cabeza... nos miraba... y nada más.

Más allá, otra forma oscura... pero ya el agua no pasaba de los tobillos. Y la forma emergió, para descubrir otro perro que se acercaba a nosotros.

No me gustó su forma de moverse detrás de él:

.- Apártate. No corras, no mires... n dejes que se te acerque.

.- ¿Por qué?. No hace nada... mírale... está sonriendo...se ríe...

Y yo me volvía a contemplar esas facuces de perro oscuro, abiertas en tan sólo cuatro dientes, enormes, afilados... no en sonrisa ni en risa, como creía la Inocencia.
Sino en una mueca, una paerfidia de apariencia, una hipocresía; un engaño presto a morder.

Tiré de él y le saqué, lo más rápido que pude pero sin correr, de la orilla.

No quise mirar hacia atrás.

Junio

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◊ Copyright 2007 :Adaptado por Junio Subscribir Entradas Entradas RSS | Subscribir Comentarios Comentarios RSS